Morir, y sin embargo…

Nada se nos aparece más definitivo que la muerte. Es hacia donde se dirige todo lo que está vivo, y es una certeza, quizá la única, que todos los vivos podemos tener. Como dice Fulcanelli en «Las moradas filosofales», «tan sólo a la muerte le pertenece el porvenir», porque todo lo que existe tiene su tiempo contado, sea más largo o más breve, y se encamina a la disolución final.

También dice Fulcanelli lo siguiente:

«El nacimiento enseña poco, pero la muerte, de la que nace la vida, puede revelárnoslo todo. Ella sola detenta las llaves del laboratorio de la Naturaleza; ella sola libera el espíritu, encarcelado en el centro del cuerpo material».

Y es que «para el filósofo –y filósofos podemos serlo todos si buscamos el conocimiento-, la muerte es simplemente la clavija maestra que une el plano material con el plano divino. Es la puerta terrestre abierta sobre el cielo, el vínculo de unión entre la Naturaleza y la divinidad; es la cadena que ata a aquellos que son con los que ya no son».

La puerta misteriosa

Me gusta la idea de la muerte como una puerta, como esas puertas pequeñas entre las que tiene que elegir Alicia, y atravesarla ignorando qué habrá al otro lado. La atravesamos porque no tenemos otra, está claro, pero llegado el momento es inútil rebelarse y como me dijo una vez una persona que trabaja con enfermos terminales, prácticamente todos se van tranquilos, sin miedo. Ese momento no pertenece ya a este mundo y las fuerzas que actúan ya no son, tampoco, las que conocemos.

No sabemos lo que hay al otro lado de esa puerta, pero sí sabemos que allí está el origen de todo, que la vida procede de la muerte igual que la semilla germina en la oscuridad y la noche es la madre del día. Lo «raro» desde luego, no es la muerte, sino la vida, este momento fulgurante que pasamos en el lado de la luz del Sol, a menudo perdidos, con un vacío interior casi imposible de llenar cuya causa hemos olvidado. Aquí tenemos un nombre y apellidos, y nos pasamos la vida poniendo capas al ser que somos, para convencernos a nosotros mismos, para conocernos, para poder pensar que tenemos algo a lo que agarrarnos, que somos, que tenemos, que hacemos, que queremos, que vivimos, en definitiva, y que lo efímero no nos atañe.

De oasis, nómadas y buscadores

Me parece hermosa la idea de pasar por la vida como un nómada, o como un explorador que simplemente busca el placer de descubrir, observar y admirar. Muy a menudo hacemos preguntas y análisis cuyos resultados no nos llevan a nada, y pasar por la vida comprometiéndose solo con la justicia y el disfrute de lo bello es una bonita manera de vivir. En parte, tiene que ver con la inocencia, o sea, con el no causarle daño a nadie y estar siempre abierto a la sorpresa y al descubrimiento. El placer es, seguramente, uno de los antídotos más poderosos.

Porque, después de todo, son pocas las preguntas que obtienen respuesta en este mundo. Y las respuestas solo se ganan, como un salario, tras mucho trabajo y esfuerzo. Esto no está reñido con la belleza, todo lo contrario, o con la búsqueda del placer, pero es un camino más fatigoso y seguramente más peligroso, porque es fácil cansarse, perderse, rendirse. Buscar para encontrar, y para reencontrar, vale la pena si aciertas en las preguntas y si tienes claro que nadie puede darte las respuestas, aunque sabiendo que están ahí para que seas tú quien las descubra. Si, además, eres capaz de ver la belleza, pienso que eres todo lo afortunado que se puede ser.

Creo que no son formas contradictorias de vivir, y no se me ocurren muchas más formas de hacerlo que procuren cierta satisfacción, cierta felicidad temporal, que al final es lo que todos buscamos. Una y otra forma de vivir pueden encontrarse mutuamente en un oasis secreto, quizá, lugar puntual de descanso, de regeneración, de restablecimiento de fuerzas antes de continuar el camino. Un lugar donde compartir descubrimientos y seguir asombrándose, sin congoja.

El olvido

Algunos dicen que el resumen de lo que buscamos, exploradores y buscadores, es este: olvidarnos de la muerte.

Y es posible que sea así, pensar en la muerte no nos gusta, nos da miedo y tristeza, porque significa soltar todo lo que somos y tenemos -aunque a veces no sea tanto-, y es una derrota muy definitiva. Pero qué gran lección…

En este caso, ese olvido, pienso, no sería una prueba de la supresión y falta de amor, como dice Ibn Hazm (Córdoba, 994-1063) refiriéndose al olvido como lo contrario del amor, sino más bien un gesto rebelde, inútil pero precisamente por eso, bello, de reafirmación en la vida y en el amor. Un grito de que, a pesar de todo, ahora, soy.

¿Es la derrota de la muerte muy definitiva? Bueno, lo suficiente: está claro que con la muerte desaparece nuestra persona, nuestra individualidad, lo que somos con nuestro nombre y apellidos. Pero hay algo de nosotros que permanece, y es precisamente lo que compartimos con el resto de lo creado, de lo que está vivo: ese fuego interior que marca la diferencia entre vida y muerte.

La muerte, ¿para qué?

La muerte, transformación necesaria, pero no aniquilación real, no debería afligirnos. Muy al contrario. Cuentan los filósofos y Fulcanelli en concreto, que «el alma, liberada de la carga corporal, goza, en plena expansión, de una maravillosa independencia, toda bañada de luz». Deberíamos saber, como saben los filósofos, que las fases de vitalidad material y de existencia espiritual se suceden unas y otras según sus leyes.

Y atención, porque: «El alma solo abandona su cuerpo terrestre para animar otro nuevo. El anciano de ayer es el niño de mañana. Los desaparecidos se vuelven a hallar, los extraviados se aproximan y los muertos renacen. Y la atracción misteriosa que liga entre sí a los seres y las cosas de evolución semejante, reúne, sin que lo sepan, a los que todavía viven y a los que ya no están».

Porque no existe la separación verdadera y total y «la simple ausencia» no debería producirnos angustia, dice. Nos conocemos y nos reconocemos en este mundo, aunque sea con envolturas distintas. Quizá esto explique el misterio de la «química» entre personas, o entre personas y animales concretos, e incluso entre animales concretos.

El vértigo

Entiendo que ni siquiera saber eso cure el vértigo que nos produce sabernos en la lista de la muerte. Pero eso es porque pensamos que somos lo que en apariencia somos, ese es nuestro error principal, creernos nuestro personaje sin advertir que es solo una fachada, y no la esencia de lo que somos. Esa esencia es la que no muere jamás y pasa de la luz a la sombra y de nuevo a la luz en múltiples viajes de instrucción.

Quien sabía mucho de todo esto era Omar Jayyam, nacido en Persia en la primera mitad del siglo XI. Leyendo sus «Robaiyat» comprobamos cómo, al margen del espacio y el tiempo, la principal inquietud de los seres humanos ha sido siempre la misma, y seguramente lo seguirá siendo.

Quienes ya son ancianos y los que llegan nuevos

se esfuerzan y se esforzaron, cada cual en su tiempo.

He aprendido que el mundo para nadie fue eterno.

Unos llegan, otros parten. Y nos vamos. Y se fueron.

Pero también:

Sé feliz, pues tu suerte ya cocieron ayer;

de saber tus anhelos, ya se libraron ayer.

Vive feliz, entonces, sin tu destino saber:

voluntad y mañana decidieron ya ayer.

Ahora que releo lo escrito pienso que quizá esta entrada también hubiera podido titularse: «Vivir, y sin embargo…», porque a pesar de todo, el principio y el final son lo mismo: procedemos de un lugar desconocido al que volveremos al morir.

Dado que sabemos tan poco de él, y dado que hoy, ahora, sí que estamos vivos en este mundo, aprovechemos este breve lapso, esta encrucijada de tiempo y espacio que somos y que brillará el tiempo de una centella. Hagamos que sea, al menos, una hermosa chispa.

Las citas pertenecen a estos tres libros: «Las moradas filosofales» de Fulcanelli (Plaza & Janés 1969); «El collar de la paloma» de Ibn Hazm (Alianza Editorial 2020); y «Robaiyat» de Omar Jayyam (DVD ediciones 2007). La foto es de un granado enano, hecha por mi amiga Sonia Rotger.

4 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Muy bonito eso que dices, Desgranante. Gracias y otro abrazo!

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  2. Avatar de Desgranante Desgranante dice:

    Interesante artículo sobre el significado de la vida que nos devuelve al lugar desconocido del que procedemos si creemos en su eternidad.
    Yo tuve la creencia hoy alterada de que solo había una vida que debía aprovechar hasta que hechos que escaparon y escapan de mi control me llevaron a una experiencia, un lugar y un camino, y adquirí consciencia de la posible existencia del lugar desconocido que mencionas, y esta casi certeza me va transformando y conduciendo hacia el fin de este proceso vital preparándome para superar el trance mortal no como un final sino como un nuevo comienzo.
    Adjunto un enlace sobre una pequeña parte de mie experiencia:
    https://eldesgrananteblog.wordpress.com/2022/01/27/sintiendo-el-poder-magico-del-paralelo-42/
    Y decirte que me gusta tu blog.
    Abrazos desde el otro lado.

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    1. Hola de nuevo, Desgranante.
      Gracias por leer la entrada y sobre todo, por tu comentario. Hay en él dos ideas que comparto y me parecen fundamentales: lo que descubres, lo que sabes, te cambia. Eso es así, así es cómo actúa la verdad sobre nosotros. Y por otro lado, la idea de que no hay final, sino comienzo eterno… es una sugerente idea y además, sospecho que cierta. Cuánto trabajo nos queda por hacer! Respecto a ese sitio concreto del que hablas, no es sorprendente si tenemos en cuenta que todo lo que nos rodea es energía conectada y fluyendo. Pero es hermoso que haya personas capaces de detectar esos puntos concretos. Siempre he pensado que las ermitas o las iglesias rurales, los conventos y monasterios no se erigían en su sitio por casualidad o por las vistas. Un fuerte abrazo!

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      1. Avatar de Desgranante Desgranante dice:

        Yo parto del agnosticismo dubitativo pero a partir de un acontecimiento en nuestras vidas que nos marcó todo empezó a cambiar y creo que fue el lugar el que nos encontró, hoy la casa y su huerto son nuestros y allí creo que seguimos nuestra metamorfosis.
        No sabemos cuanto tiempo seremos capaces de mantenerlo pero ya su huella irá siempre con nosotros.
        Abrazos desde el otro lado.

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