La misión

Una vez, en China, vi en un parque a un hombre esmerándose en hacer una caligrafía perfecta. Pero lo más maravilloso es que no escribía con tinta sobre un papel, sino que lo hacía con agua, empleando un pincel enorme como una escoba, sobre el pavimento del parque. Los ideogramas que pintaba duraban segundos, justo el tiempo de secarse, y desaparecían. Y él seguía escribiendo…

Me pareció admirable y hermoso que lo importante para él no fuera lo que escribía, el fruto de su trabajo, sino el trabajo en sí. No quería conservar nada, solamente trazar una caligrafía perfecta, aunque durase segundos. Este desapego, esa conciencia de lo efímero, de lo impermanente que es todo en este mundo, es más propia de la cultura oriental que de la occidental, donde no nos entrenamos en ese aspecto de la realidad.

Me pareció que ese hombre tenía clara su misión, y que esa misión no se definía por sus frutos sino por el trabajo mismo. Otro concepto oriental, el de la importancia del proceso, del camino, del trabajo de hacer algo, por encima de ese algo, del resultado final.

¿Cuál es nuestra misión? Pienso que todos tenemos al menos una misión que cumplir, y por eso nuestras vidas tienen sentido. Otra cosa es que reconozcamos esa misión y le demos sentido a nuestra vida llevándola a cabo, no con un objetivo determinado o aspirando a un premio, sino porque, simplemente, no podemos hacer otra cosa. La misión se acepta y se cumple, sean cuales sean las consecuencias de ello, porque eso ya no está en nuestras manos.

«El cielo da, la tierra recibe y hace crecer, el hombre lleva a cabo.»

Dong Zhongshu

Nuestro trabajo es terminar lo que el cielo y la tierra han empezado. Podemos hacerlo, tenemos en nosotros todo lo necesario para ello. Solo necesitamos decir que «sí».

La misión tiene que ver con completarnos, con realizar nuestra naturaleza y llegar a ser lo que podemos ser, la mejor versión posible de nosotros mismos. Es posible que la misión implique a más personas, pero si primero no nos orientamos a nosotros mismos difícilmente seremos de ayuda.

De alguna manera, hemos de alinearnos con una voluntad superior, reconocerla y aceptarla, porque en realidad la libertad es eso precisamente, librarnos de las ataduras mentales y sensibles de este mundo y centrarnos en lo importante.

«Sólo el hombre perfectamente acorde consigo mismo, perfectamente sincero, puede llegar al cabo de su naturaleza… Llegar al cabo de la naturaleza de los seres y de las cosas es unirse como tercero a la acción creadora y transformadora del cielo y de la tierra».

Zhong-yong (El libro del Justo Medio)

Ser acordes con nosotros mismos, con nuestra naturaleza, es difícil a veces, pero es el camino y también el resultado, porque nosotros somos los obreros y la obra, en realidad. Y así lo expresa el sabio Shitao, hablando de la caligrafía y la pintura, pero pudiéndose adaptar a cualquier trabajo, a cualquier misión:

«El cielo confiere al hombre la regla, mas no puede conferirle su cumplimiento; el cielo confiere al hombre la pintura, mas no puede conferirle la creación pictórica. Si el hombre descuida la regla para ocuparse solamente de conquistar su realización, si el hombre descuida el principio de la pintura para dedicarse inmediatamente a crear, entones el cielo ya no está en él; por mucho que caligrafíe y pinte, su obra no cuajará».

Queda claro cuál es nuestro deber y su por qué. En la Masonería se recomienda al Aprendiz algo similar, que le será repetido en todos los grados: debe trabajar por amor al trabajo, no esperando un resultado. Si trabaja como es debido, sin duda recibirá un merecido salario, pero si trabaja con objetivos equivocados o simplemente no trabaja, no obtendrá nada de valor.

Lo mismo ocurre en la tradición sufi. Tal y como explica Idries Shah en su libro «Los sufis», éstos tienen una tradición que puede resumirse en el término de «empresa». El Buscador, o sea, cada uno de nosotros si despertamos e iniciamos el camino, tiene que llevar a cabo una empresa, una misión. Y dice así:

«Para lograr su propio desarrollo tiene que realizar su empresa con una fe absoluta. Durante el proceso de plantear y realizar este esfuerzo logra su desarrollo espiritual. La empresa (…) puede ser imposible, pero es el marco dentro del cual trabajan su constancia y su aplicación, y su evolución mental y moral. Hasta aquí la empresa es secundaria. (…) Son los medios, no el fin. Y lo que cuenta es el desarrollo del ser humano y nada más».

Idries Shah, «Los sufis»

El trabajo es más importante que su mismo objetivo. Porque quizá no se cumpla ese objetivo, pero en el transcurso del trabajo sí que la persona conseguirá evolucionar, mejorarse, gracias a la constancia y a la aplicación, a la atención concentrada en su misión.

Me parece maravilloso que sea así, es como un juego en el que consigues algo que no buscabas mientras haces lo necesario para acercarte a un objetivo que quizá sea imposible. No te quedas sin nada si eres sincero y perseverante, sino que consigues el mejor premio de todos: tú mismo.

(Todas las citas de autores chinos proceden del hermoso librito «Vacío y Plenitud» de François Cheng, editado por Siruela)

3 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Avatar de Desgranante Desgranante dice:

    Me parece interesantísimo el concepto de la importancia del trabajo en si mismo.
    Gracias por tu aportación y abrazos desde el otro lado.

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    1. Hola Desgranante, gracias por tus palabras, me alegro de que te haya parecido interesante porque sinceramente pienso que es una gran fórmula de vida. Nos falta entrenarnos un poco más, pero en ello estamos. Un abrazo!

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      1. Avatar de Desgranante Desgranante dice:

        Abrazo de vuelta.

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