Dar y recibir

Estoy convencida de que existen unas herramientas universales diseñadas para sanarnos, para ayudarnos en el camino de la vida de este mundo. Son herramientas diseñadas para nuestro bien, pero no para que nos quedemos con ellas, nos apropiemos de ellas o las utilicemos solamente para nosotros mismos, para ayudarnos y mejorar nuestra situación o nuestra salud. Sirven para eso, sin duda, pero la inteligencia de la Vida ha querido que tengamos que compartirlas, que utilizarlas para aliviar a los demás, para servirles, y en ese acto natural y necesario, aliviarnos, servirnos y ayudarnos a nosotros mismos. ¿No es precioso?

Son herramientas universales, por lo tanto, sirven a todos, pueden ser utilizadas por todos, y así ha de ser. Nadie debe quedar al margen de sus beneficios. Están aquí para ser compartidas, y deben ser utilizadas para sanarnos los unos a los otros, si las conocemos desde la simplicidad y la humildad. Tienen la naturaleza de los milagros, porque proceden del amor y no del temor, y confirman que el miedo no existe, que no estamos aislados, que no somos seres indefensos viviendo desde la escasez, que el dolor existe, sí, pero que el sufrimiento es fruto de nuestros pensamientos.

Todo es colaborativo

Muy especialmente, nos muestran que todo en este Universo es colaborativo, que nada está aislado, sino que todo forma parte de una sutil red de seres vivos que se retroalimentan y se sostienen los unos a los otros, de forma directa e indirecta. Y en esta sutil red de Vida participa todo lo creado, porque todo acoge en su interior la chispa del fuego celeste que trabaja incesantemente, esa chispa creadora que nunca empezó ni cesará, y que penetra todo, desde los minerales a las plantas, los animales o las montañas, los árboles, los insectos, los peces, los mamíferos, los corales, los ríos, las nubes, las galaxias, los seres humanos…

Y porque es así, colaborativo, el Universo no crea seres aislados y autosuficientes. Fijaos en cómo funciona la Naturaleza, en cómo el mundo vegetal se autosostiene, en cómo todo lo vivo inspira y expira de forma circular y rítmica, reaprovechando, reciclando, compartiendo, naciendo y muriendo para generar nueva vida, que nunca se extingue. Solamente la forma muere, pero no la esencia. Todo es energía viva y vivificante al servicio de la creación constante.

Sanación

La Naturaleza es sanadora, el mundo vegetal es sanador, el amor es sanador, el perdón también lo es, los milagros lo son, el Reiki lo es, la verdad lo es. Podríamos estar aquí sometidos a nuestras creencias, a nuestros condicionamientos, a nuestras interpretaciones mentales, y de hecho lo estamos, como un corcho en la corriente de un río, dejados a nuestra suerte. Y sin embargo, tenemos herramientas para acompañarnos, ayudarnos, aprender a ser.

Pero esas herramientas no son como una pastilla que nos tomamos y ya. Son herramientas que nos llevan a una estrecha relación con el otro, a poner nuestra fragilidad en manos de los demás, a desnudarnos, a ser humildes. Y en ese gesto de acompañar y dejarnos acompañar, nos ponen cara a cara con nosotros mismos, con nuestra grandeza y nuestra plenitud, con lo que somos realmente. La Vida podría regalarnos los beneficios del perdón, o del Reiki, o del amor, unilateralmente, porque sí, porque el Universo nos ama y no hemos venido aquí a sufrir. Y, sin embargo, debemos entrever lo que somos realmente, y entender que no estamos solos ni estamos desvalidos, y que si nos sentimos así, podemos recurrir a alguien que nos apoye y nos acompañe en la sanación, buscarnos a nosotros mismos a la vez que encontramos al otro o, precisamente, porque encontramos al otro, entrar en nosotros mismos para ver y conocer más.

Perdonamos y nos permitimos, así, ser perdonados. Amamos y nos permitimos, así, ser amados. Canalizamos la energía Reiki y nos permitimos la sanación también a nosotros mismos. Son aspectos de la Vida que podríamos aprender en solitario, y sin embargo, este mundo está diseñado para que los aprendamos dando y así, recibiendo.

Las causas segundas

Perdonamos y nos liberamos, a la vez que liberamos al otro. El perdón es la corrección a todos nuestros errores, igual que el amor es la respuesta a todas las preguntas, simple y llanamente. Así como damos, recibimos. Y me parece justo y hermoso que sea así. La energía Reiki es de todos, nos sustenta a todos y, sin embargo, podemos canalizar esa energía para que otras personas reciban un aporte mayor, que les ayude en un momento dado. Nadie puede dudar de que el Universo podría hacer eso por sí mismo, sin intermediación de nadie. De la misma manera, la Naturaleza podría producir pan. O vino. O la piedra filosofal.

Y sin embargo, no es así: como en tantas otras cosas, la inteligencia creadora, Dios, como queráis llamarle, se vale de causas segundas para conseguir su propósito y, en el camino, enseñarnos que no somos seres aislados, desvalidos, tristes, sino que todos somos uno y que podemos sanarnos los unos a los otros en vez de sufrir. Que podemos terminar lo que la Naturaleza ha empezado, que tenemos ese superpoder, y que no somos el corcho a merced de la corriente, sino que podemos cambiar la manera en que pensamos el mundo y nos pensamos a nosotros mismos, y así, crear una nueva realidad lejos de la culpa, del miedo y del sufrimiento, los tres impostores que carecen de existencia real y a los que, sin embargo, nos sometemos.

Dar es lo mismo que recibir. Una ley que nos pone cara a cara frente a nosotros mismos y nuestro papel en el mundo.

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