De responsabilidades

Responsabilidad viene de responder, verbo procedente del latín formado por el prefijo re-, que indica reiteración, y por el verbo spondere, que significa prometer, obligarse, comprometerse a algo. Está claro que alguien responsable es alguien que responde, que tiene la habilidad de no escaquearse, de estar ahí y asumir sus compromisos, sus deberes.

En sociedad, los seres humanos tenemos deberes y derechos y no pueden separarse, ambos forman parte de nuestra convivencia y de nuestra relación con los demás, ya que tanto derechos como deberes se desprenden siempre de la vida en colectividad y no de nuestra individualidad. No somos individuos aislados desde ningún punto de vista. Nuestros derechos individuales no tendrían sentido si no fuesen los mismos de los que goza nuestro vecino. Y lo mismo con nuestros deberes, solo que, según mi punto de vista, los deberes no deberían basarse solamente en la igualdad, sino que cada uno de nosotros debería asumir sus deberes en función de lo que puede y no puede ofrecer.

Como decíamos en la entrada «Estar o no estar«, ser responsable implica que me comprometo tanto en palabra como en pensamiento y acto: responderé, te responderé, no te dejaré con la palabra en la boca y la duda, estaré a tu lado, no te dejaré solo, haré lo que esté en mi mano. Dice la escritora danesa Karen Blixen, hablando de la cualidad de responder, que:

«La respuesta es algo más raro de lo que habitualmente se piensa. Hay mucha gente muy inteligente que no tienen respuesta alguna, de modo que cualquier conversación o correspondencia con ellos no es más que un doble monólogo«.

Ser responsable, responder, es en realidad el verbo «estar» actuando: estar a la altura, estar al lado de la verdad o de la justicia, o de la dignidad; estar comprometido; estar dispuesto a la rendición de cuentas, a asumir la responsabilidad. Es un estar plenamente aquí y ahora, en este momento presente, que es el único que existe.

Sin embargo, es muy común ver cómo a muchas personas les cuesta asumir la responsabilidad, cualquier responsabilidad. Asumir la responsabilidad de su propia vida, de sí mismos, de su lugar en el mundo, de sus pensamientos y su forma de actuar, de la calidad de todo ello. La tendencia es a mirar a otro lado, a culpar a otro, a recordar solamente los derechos, a escaquearse y a buscar a alguien que cargue con la responsabilidad de uno, ya sea una persona o una institución. Así, muchos pasan por la vida sin responder, realmente, ni de sí mismos ni a sí mismos, ni a nada ni nadie, porque no se puede ser un poco responsable y un poco irresponsable.

La irresponsabilidad es, en realidad, la ausencia de uno mismo de su propia vida y de su entorno. Esto es tremendo, ¿cómo puede uno estar ausente de su propia vida, de su propia experiencia vital? Ocurre cuando nadamos en la superficie pretendiendo ni mojarnos ni sumergirnos en la experiencia de la vida, sea la que sea, feliz o dolorosa, pendientes del pasado y del futuro y de esquivar cualquier carga de profundidad en forma de responsabilidad y consecuencia. Luego, cuando nos ocurre algo que no nos gusta, miramos a ambos lados en busca de alguien a quien culpar, alguien que debió de haber previsto y evitado nuestro mal trago.

Hemos inventado el tiempo para no tener que detenernos a mirar hacia adentro. Nos da miedo la perspectiva de lo profundo, de lo real. Así, pasamos nuestros días muy ocupados o muy entretenidos, corriendo de un lado para otro como pollos sin cabeza, sin estar, sin ser, sin responder de nosotros mismos, sin respondernos a nosotros mismos. ¿Cómo vamos a responderle a alguien, cómo vamos a responderle a la vida, si nos hemos ausentado de nosotros mismos y ni siquiera somos conscientes de ello? Cáscaras vacías ocupadas en hacer y tener, ignorantes de que lo único que necesitamos es ser y serlo con todas las consecuencias y toda la responsabilidad, algo que por ser natural, tiene que ser más fácil que este teatrillo que hemos montado.

La imagen que preside esta entrada denuncia el teatrillo a base de píldoras y cirugía, en busca de milagros que no requieran esfuerzo por nuestra parte, ni paciencia, ni ningún tipo de habilidad o voluntad, por encima de la decisión de cambiar nuestro modo de vida y apartar lo que nos hace daño o nos recorta como seres humanos. No tengo la referencia de la viñeta.

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