Ahora

Es muy extraño que esto sea así, ¿no os parece? ¿Lo habéis pensado alguna vez? Qué difícil es ser conscientes del ahora, a pesar de que solo existimos realmente en el ahora. El pensamiento se va a otros momentos inexistentes, tanto del pasado como del futuro… a los recuerdos de lo que pasó, aunque en realidad solo recordamos lo que sentimos ante lo que pasó. No recordamos los hechos, sino nuestros sentimientos frente a los hechos. Interpretamos los hechos a partir de lo que sentimos y pensamos, pero nunca recordamos ni vemos los hechos en sí.

Igual de engañados estamos cuando miramos hacia el futuro, aunque sea el futuro del momento que va justo después del ahora. Ese momento no existe. Pero es que además, no estamos allí, sino aquí y ahora. Recordamos y deseamos desde el aquí y ahora. No podemos conocer, ni prever, ni juzgar un momento que no existe y que nunca existirá. Pero necesitamos conocer, prever y juzgar y, por lo tanto, echamos mano de nuestros recuerdos, que son solo pensamientos, no realidades. Con nuestras interpretaciones del pasado y lo que recordamos de ellas pretendemos interpretar, proyectar, valorar el futuro, que no existe. Menuda locura…

¿Qué es el ahora? Es un difícil ejercicio mantenernos conscientemente en este momento presente. Hacerlo significa estar presentes, ser conscientes de nuestra presencia ahora. Ahora. Ahora. Ahora. Sin pasado ni futuro, ni recuerdos, ni expectativas. Sobre todo, sin deseos ni miedo. Los deseos y el miedo nos mantienen prisioneros de un pasado que nunca fue, y nos proyectan falsamente a un futuro que tampoco existe y que nunca existirá. El momento presente es nuestro momento único, pero lo rechazamos a la búsqueda de un «momento mejor», postergamos lo que somos para esperar, buscar ansiosamente algo que no llegará y que, sin embargo, pensamos que será mejor… ¿Cómo puede ser algo que no llegará mejor que lo que somos en este momento único? Es tremendo, ¿verdad?

Deteneos un momento y daos cuenta de lo que hacemos. No sabemos estar en el ahora!

La maraña de nuestros pensamientos nos tiene secuestrados. Los hemos creado nosotros, proceden de nosotros mismos, pero les hemos dado tanto poder que les hemos entregado nuestra vida, nuestra visión del mundo y lo que somos. Todo lo interpretamos a través de nuestros pensamientos, nunca vemos lo que es realmente, ni a las personas, ni las situaciones, siempre miramos a través del tamiz de nuestros pensamientos, que nacen de lo que sentimos. Y lo que sentimos procede a su vez de los pensamientos y sentimientos del pasado, de nuestros recuerdos que solo son nuestros y que nadie más comparte. Vivimos encerrados en nuestro mundo de interpretaciones privadas y monólogos recurrentes. Cuando se supone que escuchamos, realmente nos escuchamos a nosotros mismos, siempre caemos en el mismo surco: el que es solo nuestro, porque ese es el único que conocemos realmente. Y nadie nos alcanza allí dentro, ni podemos nosotros alcanzar a nadie, puesto que cada uno da vueltas dentro de su propio surco. La incomunicación es absoluta, a pesar de lo mucho que hablamos y nos relacionamos durante todo el día.

Tremendo. Asfixiante. Absurdo. El precio de salir de todo esto es ser capaces de mirar y ver, de entender, de vivir, que nosotros no somos lo que pensamos que somos. No somos nuestros pensamientos ni este personaje que está en el mundo y es panadero, profesor, química, padre o cirujana. Dejar de identificarnos con lo que creemos que somos y buscar lo que somos realmente. Liberarnos del peso de nuestros pensamientos, recuerdos, deseos y miedos.

¿Pero entonces qué queda? Sospecho que nada, no queda nada de todo eso. O, al menos, no queda algo que tenga nombre o pueda ser definido. Queda solamente presencia, consciencia, identidad suprema del Ser. Lo que somos realmente, lo que ya somos, aunque lo ignoremos. Lo que ya somos, ahora, en este momento único. Ahora. Ahora. Ahora…

La ilustración que preside la entrada es de la joven artista menorquina Roser Aguilera.

Si queréis saber algo más sobre todo esto, podéis escuchar o leer a Sergi Torres y a Eckhart Tolle.

Deja un comentario