¿Quién no conoce la decepción? ¿Quién no ha tenido al menos una desilusión en esta vida? Esa sensación de que se hunde el cielo sobre tu cabeza y el suelo bajo tus pies… quieres hacerte pequeño, evaporarte, te sientes dolido, estafado, desilusionado… cómo salgas de ese hoyo y cuánto tiempo tardes en hacerlo depende de muchas cosas, y aunque racionalmente entiendas que no tiene mucho sentido y que quizá deberías dar gracias por haberte librado de algo peor, no podemos evitar ese sentimiento que nos abate e inmoviliza durante un tiempo. Necesitamos lamernos las heridas, compadecernos un poco de nosotros mismos, echarle la culpa a alguien, revolcarnos en la ilusión de lo bonito que habría sido si… Es el desengaño llamando a la puerta…
El siempre necesario Verbolario, de Rodrigo Cortés, define el desengaño de la siguiente manera:
Desengaño, m.
- Constatación de una evidencia
- Reacción de la tostadora cuando comprende que, si no congela, no es porque no quiera.
La definición es preciosa y certera: constatación de una evidencia, porque lo mejor que tiene el desengaño, o lo peor, es que… ¿cómo decirlo para no herir susceptibilidades?… es una desgracia autoinfligida!
El desengaño nos duele tanto porque, sencillamente, durante un tiempo hemos preferido el engaño, vivir en la mentira, en la ilusión de algo que no era real. Es algo que nos sucede a menudo a los humanos, nuestra mente nos juega malas pasadas y como realmente nos conocemos poco, y manejamos nuestro andamiaje racional y emocional como un niño un martillo, solemos hacernos daño. La evidencia que se constata con el desengaño es, simple y llanamente, la realidad. Pero preferimos la mentira, que como dice el dicho tiene las patitas cortas y dura lo que dura.
La tostadora que deseaba congelar
No es algo conscientemente elegido. No preferimos la mentira a la verdad tras una sesuda reflexión de pros y contras. Simplemente, nuestros deseos nos empujan a lo que nos parece más atractivo, y también nuestros deseos nos convencen de que eso podría ser muy parecido a la realidad, ¿y por qué no? Después de todo, me lo merezco. La suerte existe. Tenemos un arsenal de justificaciones y racionalizaciones que son, en realidad, fruto de nuestro deseo de que aquello que queremos sea así como queremos que sea.
Deseo, m.
- Aspiración incompatible con la felicidad.
- Premisa de la que parte una encuesta.
El desengaño es como cuando viene nuestra madre con el coscorrón. Bueno, cuando venía, porque ahora ni eso tienen los pobres niños de la sociedad del hedonismo y de lo políticamente correcto, ni el recurso al coscorrón de toda la vida que de golpe, y nunca mejor dicho, te ponía de nuevo en contacto con la realidad.
Ese coscorrón -que te propina la vida si tu madre no lo hace-, tendrá que completarse, luego, con un proceso de aterrizaje doloroso y muchas veces, costoso, pero también fructífero, ya que en él se basa el aprendizaje.
Y al final, no nos quedará otra que entender que, en ocasiones, querer algo no es suficiente. No siempre querer es poder. Y en el fondo, lo que respira ahí es la eterna lucha entre lo que queremos y lo que es, entre lo que quiero y lo que puedo o debo.
Es la lucha entre el deseo y la realidad, la posibilidad y la expectativa entrando en escena y haciendo añicos el sentido común.
Expectativa, f.
Fantasía sobre el otro que lo dice todo de uno.
Pues eso, fantasía. Aunque el término expectativa, esperar que ocurra algo, implica cierta observación detallada de la realidad que nos podría llevar a esperar de forma más o menos razonada y razonable que eso ocurra… o que no ocurra. Y aún así, se nos cruzan miles de trampas mentales que al final nos desconectan de la realidad y nos conectan, mayoritariamente, con nuestros deseos.
Fantasear, v. tr.
Agarrar las estrellas por los pies.
Y es que el engaño nos resulta siempre más atractivo que la realidad, ¿verdad?
El hinduismo afirma que vivimos dentro de una ilusión, llamada maya. Así, el mundo no sería más que una imagen ilusoria, una especie de holograma, ese sería el tejido de este mundo y de la materia. En sánscrito es lo que significa el nombre de la madre biológica de Gautama Buda, Maya, ilusión. De ilusión está hecho este mundo dual y nosotros vivimos atrapados en ella creyendo que vivimos en la realidad.
Y no solo vivimos atrapados en ella, sino que lo hacemos a gusto, hundidos en el engaño y en el inevitable desengaño. Esa rueda de la fortuna que nunca cesa de girar y que nos mantiene atados, dando vueltas inconscientemente, con una cuerda llamada karma.
Karma, m.
Cobrador paciente.
Post Data:
Me dice un lector, amigo y maestro, que un desengaño debería ser motivo de alegría, puesto que se sale de un engaño. Y así es, por supuesto, por mucho que duela. Así que arriba esas caras, desengañados del mundo. A sonreír. Ahora es cuando realmente uno puede mirar y ver.
