El Hado: cómo cumplir con lo inevitable

Orientarse no es apuntar al este
es saber el origen de la luz
que alumbra lo real
lo que es posible y
si se sabe mirar
lo previsible
.

La vida que nos baña está orientada
viene así de fábrica por defecto
no especula
no negocia
nos ofrece muy poca interacción
es terreno acotado por las leyes
ya lleva la verdad incorporada
está en su ruta
en su plano
en su mapa
está en su esencial libro de instrucciones
.

Sólo cabe adecuarnos a las reglas
con muy poco margen de maniobra
.

La libertad por tanto
es limitada
no abarca todo el arco
a nuestro abasto
sólo podemos elegir no equivocarnos
.

Nos preocupa en mi aldea fronteriza
el asunto del librepensamiento
que pueda parecer contradictorio
.

El compás es móvil
la escuadra es fija
.

«La aldea fronteriza«, Manuel Baras

¿Sabéis lo que es el Hado? Este poema podría referirse perfectamente a él. Como todo lo que procede del mundo clásico, el Hado no es un simple concepto, ni se puede traducir con una sola palabra, ni se refiere a algo superficial o plano, sino a algo inmenso y profundo. Quizá la palabra os suene a fortuna, suerte, destino, y sí, tiene algo que ver con todo ello, pero es mucho más. Veamos…

Según la Real Academia Española, hado procede del latín fatum y es:

1. m. En la tradición clásica, fuerza desconocida que obra irresistiblemente sobre los dioses, los hombres y los sucesos.

2. m. Encadenamiento fatal de los sucesos.

La primera acepción es muy interesante, porque fijaos que esa «fuerza desconocida» no solamente «obra irresistiblemente» sobre los hombres, sino también sobre los dioses… ni ellos pueden sustraerse a su efecto, simplemente, no pueden resistirse. Interesante y curioso, aunque esa definición tampoco cubre el vasto territorio que abarca el concepto «Hado».

La segunda acepción es un poco tramposa, porque utiliza la palabra que es definida, en su propia definición: «fatal», que para nosotros ha llegado a ser sinónimo de malo, cuando se refiere a algo que viene dictado por el Hado, o sea, a algo inevitable, aunque no necesariamente «malo».

Veamos qué dice la etimología.

Efectivamente, procede del latín fatum, del verbo fari, que significa «decir, hablar». A su vez, procede del griego φημί (phemí), que significa «contar». La raíz indoeuropea común es bha-, con el mismo significado. La palabra fábula tiene el mismo origen, en el sentido de cuento o relato.

Lo que tiene que ser

Vemos, así, que el Hado tiene poco que ver con la suerte, la fortuna e incluso, con el destino tal y como lo entendemos. El Hado se refiere a lo que está dicho, y, por lo tanto, atendiendo al poder creador de la palabra, a lo que tiene que ser.

Habla de todo ello la escritora Andrea Marcolongo en su libro «El arte de resistir. Lo que la Eneida nos enseña sobre cómo superar una crisis», la referencia completa del cual podréis encontrar al final de esta entrada. Porque el protagonista de la Eneida de Virgilio, Eneas, es el paradigma del hombre sometido al Hado, actuando en consonancia con aquél y no por propia voluntad. Es como si el Hado pusiera un marco y unas condiciones, y luego Eneas -o nosotros-, debiéramos resolver el cómo para cumplir con ese qué que es necesario. Cómo cumplir con lo inevitable, ese es el quid.

El Hado es ese «algo» que establece el abanico de posibilidades que se nos presentan y que, como dice el poema que introduce este texto, no especula, no negocia, nos ofrece muy poca interacción y «ya lleva la verdad incorporada». Y que sí, por supuesto, limita nuestra libertad al cómo, dado que el qué viene dictado. Lo inevitable es inevitable, pero podemos enfrentarnos a ello, aceptarlo y cumplirlo, de muchas formas distintas. Lo inevitable sucederá igualmente, la diferencia está, quizás, en cómo lo manejemos nosotros.

Eneas huye de la destrucción de Troya con su padre a sus espaldas y su hijito de la mano, sin mirar atrás. Su misión es fundar Roma, es lo que el Hado ha previsto para él. Sin embargo, ¿cómo lo hará? De la única manera posible: haciéndolo, levantándose de nuevo tras cada caída, siguiendo adelante a cada nuevo golpe. No lo hará ni por heroísmo ni por gloria, dice Marcolongo. Lo hará por necesidad, porque no hay otra, porque es lo único que puede hacer y, por lo tanto, debe hacerlo.

El asunto del librepensamiento

Así pues, como Eneas, ¿no somos libres de decidir? ¿Somos simples burócratas ejecutando las indicaciones del Hado? ¿Dónde queda nuestro libre albedrío? Si todo está ya decidido por una fuerza irresistible, ¿qué pintamos nosotros y nuestra voluntad?

Quizá sea esa nuestra grandeza, después de todo, como dice Andrea Marcolongo refiriéndose a Eneas. Dice:

«Eneas es cualquier cosa menos un hombre que se ha rendido. Un hombre que ha sido vencido por el Hado. Eneas hace cualquier cosa menos ejecutar unos designios supremos con dócil resignación. Ni siquera se fía siempre del Hado; a menudo vacila. Se confunde, se equivoca, y luego se corrige. En ocasiones se olvida del Hado. Y entonces quizá descubre que es un poco feliz. Simplemente, Eneas resiste»

No ceder. Resistir. Limpiarse las lágrimas del rostro y la tierra de las rodillas y levantarse de nuevo. Continuar sin prisa ni por derrumbarse ni por levantarse.

«Se obstina siempre en hacer lo que el Hado le impone. La suya es una desesperación sincera. Hace falta una fuerza épica para no abandonar nunca. Para no considerar excesivo el enésimo golpe que llega de forma inesperada»

Y no decir nunca «basta», ni pedir que acabe todo, ni intentar negociar… ¿No hay algo hermoso y puro en eso? No veo derrota en ello, a pesar de todo, y aunque tampoco haya triunfos ni compensaciones por el dolor padecido, seguimos vivos, pensamos que hemos aprendido algo y quizá sea así, después de todo. Vivimos. Que no es poco.

Me gusta especialmente esta frase de Marcolongo:

«Lo que escenifica la Eneida es ese épico acto de aceptación consciente de la inevitabilidad de la renuncia. El talento de Virgilio fue el de dar voz a todos aquellos que no hacen de su vida lo que quieren, sino lo que deben»

Porque el Hado es una obligación, ni es amigo ni enemigo, sino simplemente la vida y su naturaleza, y la diferencia entre quien sale adelante y quien no lo hace depende de la rapidez con que lleguemos a aceptarlo. No nos es dado hacer otra cosa, no podemos hacer otra cosa. Eso es el Hado.

Hacer lo que debemos como si fuera lo que queremos

A Eneas se le llama siempre el «fiel», el «piadoso» Eneas, porque practica la pietas, que no sería equivalente a nuestra piedad, sino más bien al sentido del deber sumado al sentido del poder de quien hace lo que debe como mejor puede hacerlo. Eneas hace lo que puede, y lo hace como es debido. Tiene un objetivo y para cumplirlo, se esfuerza por hacer lo que es debido y hacerlo bien. La maravilla de este personaje es que hace lo que debe como si fuera lo que quiere. Ese es el gran secreto porque, en realidad, no nos es dado hacer otra cosa.

Eneas ama a Dido, la reina de Cartago con la que convive durante un año, manteniendo su viaje en pausa. Pero él tiene una misión que cumplir, y Dido no está en ella. A pesar del amor, sabiendo del sufrimiento que la separación provoca en ambos, la deja y sigue su camino. De nuevo, el Hado. No les es dado permanecer juntos.

«Mas el piadoso Eneas, aunque ansía
aliviar su dolor, templar siquiera
la desesperación que la tortura,
por más que el corazón gima y reluche
ante la hondura del amor, con todo
cumple la orden divina y va a la flota».

«Eneida», Virgilio, traducción de Espinosa Pólit en Ed. Cátedra

Eneas hace lo que debe como si fuera lo que quiere. A pesar de todo. Porque lo que quiere no es lo realmente importante, lo fundamental. Así, cumple la orden divina y sigue su camino.

Hay que ser serio, sólido, firme, para actuar de esta manera. Y sin embargo, no es necesario ser un héroe clásico para hacerlo. Seguro que si miráis a vuestro alrededor pensaréis en alguna persona conocida que cumple con ese sentido del deber con sencillez, sin ruido, sin esperar recompensa ni creerse mejor que los demás. Aunque haya dolor, y lágrimas, y caídas, los Eneas de este mundo siguen con la cabeza alta y la espalda recta, mirando cara a cara a lo que viene, seguramente sin miedo, aunque sí conscientes de la dificultad, dispuestos a levantarse de nuevo sin presumir y a reconstruir lo que ha sido arrasado.

Me gusta Eneas, me parece muy humano -es hijo de un mortal-, y también divino, como hijo de Venus que es. Después de todo, cada uno de nosotros comparte ese poder dual que nos hace únicos como especie en este planeta. Eneas me parece un buen referente, alguien hacia quien volver la mirada en busca de solidez cuando vienen mal dadas o, simplemente, cuando sentimos que este mundo se ha hecho tan difícil de entender y soportar y la vida, a veces, tan dura e injusta para tanta gente.

Pienso que Eneas estaría de acuerdo con el autor del imprescindible «Verbolario«, cuando define la palabra «aceptación»:

Aceptación, f.

  1. Antónimo de resignación
  2. Modo que la tristeza tiene de comprender
  3. Mezcla inestable de entendimiento y renuncia

Y, también, con la definición de «acertar»:

Acertar, v. tr.

Hacer lo que hay que hacer aunque no apetezca hacerlo.

Nota mental: tengo que leerme la Eneida urgentemente.

Los libros de referencia de esta entrada:

«El arte de resistir. Lo que la Eneida nos enseña sobre cómo superar una crisis», Andrea Marcolongo. Taurus, 2023.

«Verbolario», Rodrigo Cortés. Random House, 2022.

Traducción de la Eneida recomendada por Manuel Baras, de la que es autor Aurelio Espinosa Pólit, un jesuita ecuatoriano que tuvo el valor de traducirla en endecasílabos, haciendo que suene mucho mejor que cualquier otra traducción al castellano:

«Eneida», Virgilio, Cátedra 1993.

Traducciones de la Eneida utilizadas por los traductores de Andrea Marcolongo:

«Eneida», Virgilio, Biblioteca Clásica Gredos, Madrid 1992.

«Eneida», Virgilio, Alianza, Madrid 1986.

Un comentario Agrega el tuyo

Deja un comentario