Hemos hablado aquí en varias ocasiones de la importancia de que estemos, siempre, en el lugar y sitio que nos corresponde. La Francmasonería, y en concreto el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, está lleno de recomendaciones principales para el buen funcionamiento no solo de las logias, sino también de la vida de cada uno… y más allá. Simplemente porque vivir, convivir, ser, tiene unas reglas simples que todos deberíamos conocer, molestarnos en intentar descubrir, para adecuarnos a ellas. Hemos dicho también aquí que la libertad de que gozamos es, en realidad, muy limitada, y que se refiere básicamente a la elección de no equivocarnos. Por eso es tan importante lo de «morir antes de morir», conseguir limar nuestro ego y amoldarlo a su rincón, porque con él ocupando nuestro espacio, ni podemos estar en el lugar y sitio que nos corresponde, ni podemos ser libres para elegir no equivocarnos, ni podemos hacer lo que debemos hacer.
Una de esas normas del vivir es la del trabajo sin apego, o sea, trabajar simplemente por deber, por amor al trabajo, sin apegarse a los frutos de ese trabajo. Hablamos aquí del trabajo iniciático, pero esto es aplicable también a otros ámbitos de la vida. De hecho, pienso que a todos los ámbitos de la vida. Por ejemplo, incluso en una actividad tan concreta como la meditación, los maestros recomiendan no apegarse a las experiencias que uno pueda tener. Y es que no hemos de apegarnos a nada, simplemente, porque nada es realmente nuestro y solo estamos de paso. Y porque el apego entorpece que lleguemos a ser quien somos.
En relación con ese apego al fruto de nuestras acciones, el Rito Escocés Antiguo y Aceptado tiene en uno de sus altos grados una divisa que me parece fundamental. Es esta: «Haz lo que debas, sea lo que quiera».
“Haz lo que debas, sea lo que quiera”, una frase curiosa con dos partes bien diferenciadas y cuatro formas verbales que vamos a analizar, siempre desde un punto de vista iniciático, que es el que nos es propio.
HAZ LO QUE DEBAS…
Esta parte está formada con el imperativo del verbo hacer y claramente expresa un mandato.
El verbo hacer (facere en latín) tiene muchas acepciones, en concreto, según la RAE, 58 acepciones distintas. Entre las principales, producir algo o darle el primer ser; fabricar, formar algo dándole forma, norma y trazo que debe tener; ejecutar, poner por obra una acción o trabajo… proviene de la raíz indoeuropea dhe- que significa también poner, arreglar, colocar.
Curiosamente, “facio” viene del griego φασιs (fasis), que está relacionado con la palabra, con afirmación, decisión, declaración y también con la aparición de una estrella.
En griego es πολέω (poléo), que significa hacer, edificar, establecer, poner, levantar, inspirar, sinficados más próximos a arreglar, colocar o poner que a fabricar o producir.
Con el verbo “facio” se forman muchas otras palabras relacionadas con ese “hacer”: faena, en catalán feina, las cosas que han de ser hechas; perfecto, hecho a través de, completo; purificar, ir haciendo algo más puro; putrefacción, con putridus; sacrificar, hacer lo sagrado; oficio, de officium; mal fario, nefasto o no permitido por los dioses…
Hacer también significa nacer
Hemos visto que la primera acepción del verbo “hacer” es producir algo o darle el primer ser, y también que este verbo está relacionado con la palabra, con una declaración y una decisión. Y es lógico que así sea porque la palabra tiene el poder de crear, de producir algo o darle el primer ser, y por eso el mundo fue creado por la palabra, o sea, por el sonido.
El “Fiat Lux” inicial pone sonido al Pensamiento silente del que habla el Zohar, el “Libro del Esplendor” hebreo. No es que el Verbo fuera creado en ese momento, ya estaba ahí, aunque no se había manifestado.
Tras crear los cielos y la tierra, Dios ve que la materia es caótica y vacía y que las tinieblas lo cubren todo, así que exclama ese “Fiat Lux”, ese “hágase la luz», y la luz fue hecha. “Fiat” es del verbo fio, ser hecho, hacerse.
Es habitual equiparar el “hágase” creador al imperativo “sea”, del verbo ser: “Sea la luz”. Porque antes no era, no había sido hecha sino que se hace por primera vez en ese momento.
En el Padrenuestro, por ejemplo, la frase “fiat voluntas tua” se traduce como “hágase tu voluntad”. Podríamos decir “sea tu voluntad”, pero, ¿el sentido sería exactamente el mismo? Quizá la sutileza esté en el sujeto.
Dejemos esto en suspenso y vayamos a la segunda forma verbal de la divisa que nos ocupa: DEBAS, haz lo que debas, del verbo deber.
Debas, del verbo deber
Según la RAE, deber significa “estar obligado a algo por ley divina, natural o positiva”, pero es la segunda acepción lo que resume la primera y todo su significado: deuda.
El verbo deber procede de la raíz indoeuropea ghabh-, que tiene un bonito doble significado: dar y recibir (en sánscrito gábhasti es mano).
En latín, el verbo DEBERE se forma con el prefijo DE + el verbo HABERE (tener, poseer), por lo que significa tener algo de alguien, tener en su poder una cosa de otro, deber, ser deudor.
Acostumbrados como estamos a pensar más en derechos que en deberes, igual nos choca que un deber sea una deuda, algo que le debemos a alguien… es una obligación, sí, y puede que no nos guste, pero no es un capricho injusto sino una deuda formal que hemos contraído.
En griego hay varias palabras con ese mismo significado. Pero prestemos atención a δικαίωμα (dikaioma), que significa además acto de justicia, reclamación, pretensión justa, pena, castigo, orden; y también a δέον-οντοs (deon-ontos), el sustantivo que significa deber y que es muy próximo a δέω (deo), ligar, atar, lo que es menester, lo que conviene, lo que se debe (como en deontología), y también es muy próximo, fonéticamente, a θεοs (Zeos), Dios. Ésa es una buena pista…
Recapitulemos:
El mandato
Es un mandato: «Haz lo que debas…», haz, fabrica, pon en acción un trabajo, coloca, arregla, hazlo por decisión tuya, afírmate en ello.
¿Y qué es lo que has de hacer? Lo que debes, o sea, tu faena, lo que tiene que ser hecho por ti para saldar tu deuda, porque es una pretensión justa ya que eres deudor de algo. Esta deuda te ata, está por encima de ti, y si no la pagas faltas a tu obligación. No deberíamos olvidar que restaurar la justicia es uno de los deberes de los iniciados a partir de ciertos grados, ¿qué mejor que empezar por nosotros mismos?
Así, la primera parte de nuestra divisa es bastante potente y no está muy claro que podamos escaquearnos.
Veamos la segunda parte.
… SEA LO QUE QUIERA
El verbo ser comparte el sentido de dos raíces indoeuropeas, la es- con el sentido de ser, estar, existir, y la sed-, con el sentido de sentarse, estar sentado. Esto tiene mucho sentido y de hecho el verbo latino sum tiene formas que vienen de sum y otras de sedere, y significa ser, estar, haber, existir pero también residir y permanecer. Por eso la “seu” es la catedral, no solo porque allí está el lugar donde se sienta físicamente el Obispo, sino porque allí es donde reside lo que el Obispo representa.
En griego ειμι (eimi) es ser, estar, existir, también en el sentido de lo que es y lo que será; lo que es realmente, por oposición a parecer; y también estar, existir en un lugar.
Es curioso que suene y se escriba igual que el verbo ειμι (eimi), ir, marchar, caminar, venir, partir… como si ser, estar, existir signifique forzosamente movimiento.
Otras consonancias destacables son con las palabras ειμα (eima), vestido, cobertura; y ειμαρμένη (eimarmene), destino, suerte, sino. Y todos sabemos que los que existimos, los que somos y estamos en este lugar, llevamos un vestido hecho de materia y estamos sometidos al destino.
Éstos, los que somos y estamos en este lugar, somos los que hemos nacido, del verbo griego γιγνομαι (gignomai), nacer, hacerse, revelarse, manifestarse. Somos parte de la manifestación. Este verbo es sin duda familia de γιγνωσκω (gignosko), que significa conocer, aprender a conocer, re-conocer.
Vaya, ¿es posible que los que hemos nacido y estamos en este lugar debamos aprender a conocer, a re-conocer? ¿Es posible que sea ése nuestro destino? ¿Será ésa nuestra deuda?
Y llegamos ya al último verbo de nuestra divisa: Querer.
Querer y volar
En latín volo es querer y desear, pero otro verbo que se pronuncia y escribe igual, volo, significa volar, ir hacia arriba agitando las alas. Una bonita metáfora!
El griego έθέλω (ezelo) significa querer, estar dispuesto a, anhelar, aspirar, consentir… y βούλομαι (boulomai), querer, desear, resolución, decreto, resultado de una deliberación, porque βουλή (boule) significa voluntad, deseo, designio, deliberación, lo que se quiere.
Me parece curioso que muchos significados de estos verbos tengan que ver con resoluciones, decretos y deliberaciones, lo cual me hace pensar que seguramente el sentido de “querer” y todas sus palabras relacionadas se haya pervertido bastante con el paso del tiempo.
Pero nos falta algo muy importante de esta segunda parte de nuestra divisa: “… sea lo que quiera”.
El sujeto
Como hemos visto hablando de “fiat”, “sea lo que quiera” sería equivalente a “hágase” lo que quiera… aunque quizá no equivalente del todo. Porque en la primera parte de la frase no decimos “sea lo que debas”, sino “haz” y está claro que esa frase tiene por sujeto al iniciado.
Y en la segunda parte, “sea lo que quiera”, ese “sea” no se refiere tanto a la acción de “hacer”, que también, “hágase lo que quiera”, como a su resultado “sea lo que quiera”. Parece claro que nosotros somos quienes debemos hacer, en quienes recae ese mandato. Somos el sujeto de la primera frase.
Sin embargo, ¿quién es el sujeto de la segunda?
Ésa es nuestra gran X, la Incógnita en mayúsculas, lo Desconocido… porque parece claro cuál es nuestro deber, y parece claro que hemos contraído una deuda que nos ata, y parece claro que no tenemos otra que pagarla, y también parece claro que, como dice el ritual, “no esperamos recompensa ni gratitud” por nuestras acciones. Simplemente, paguemos lo que debemos, hagamos lo que hemos de hacer, sin esperar nada. Porque el resultado de nuestra acción no depende de nosotros, esa voluntad a la que alude la divisa no es la nuestra. Claramente, el sujeto de ese “quiera” no somos nosotros… y tiene aspecto de ser algo muy grande.
“Haz lo que debas, sea lo que quiera”
Ya estamos llegando al final, a la conclusión.
Haz lo que tiene que ser hecho por ti para saldar tu deuda, como debes hacer por justicia. Esta deuda te ata, está por encima de ti, y si no la pagas faltas a tu obligación. Restaurar la justicia debe empezar por uno mismo. Pero, ¿y restaurar la libertad, el otro de los deberes del iniciado en este Grado? Seguramente también, porque si no somos libres nosotros mismos, ¿qué libertad vamos a defender en el mundo? La libertad puede consistir en reconocer y aceptar esa deuda, y estar dispuesto a pagarla cueste lo que cueste. Porque si en ello está involucrado nuestro destino, ¿realmente somos libres para oponernos?
Y recordemos: No esperemos reconocimiento ni gratitud, porque el fruto de nuestras acciones no depende de nosotros. Nuestra voluntad individual, a este nivel, quizá solo cuente como primer paso hacia nuestro deber.
La voluntad
Aquí conceptos como justicia, libertad o voluntad no tienen el sentido profano que les damos ordinariamente. La voluntad que se manifiesta en nuestra divisa no es la voluntad en sentido psicológico ordinario. Como dice Réné Guénon, la voluntad del hombre ordinario no tiene aquí ningún interés ni ninguna importancia. Nos hallamos en el dominio de lo iniciático, y ahí, muy especialmente para iniciados de los altos grados filosóficos, debemos tener en cuenta que nuestra voluntad debería estar bastante alineada con lo que Guénon llama “Voluntad del Cielo”, ya que se supone que estamos en camino de ser los “hombres verdaderos” que han realizado en ellos los misterios menores. Desde este punto de vista, solo hay una voluntad real, a la que nos conformamos y con la que nos unimos como iniciados.
Por otro lado, que el verbo “hacer” esté tan relacionado con poner, colocar, arreglar me hace pensar que el repertorio de “cosas que han de ser hechas por mí” pueda referirse más a “colocar”, efectivamente, que a producir o fabricar… Colocar en el sentido en que bromeamos a veces, hablando en serio, algunos miembros de mi logia: “hay que colocar los macarrones en fila para que la información pueda fluir a través de ellos”. Ordenar, al fin.
Quizá nuestro “hacer” esté bastante limitado a, simplemente, colocar lo que está desordenado y ordenarlo, que no es poca cosa. Y seguramente esto tenga que ver, de nuevo, con conocer y re-conocer, aspectos del verbo “hacer” que han ido apareciendo. Y pienso que todo esto se refleja muy claramente en la forma de ponernos al Orden sobre todo en algunos Grados del Rito Escocés Antiguo y Aceptado.
Amigos, quedan muchas incógnitas pendientes: ¿cuándo contrajimos esa deuda? ¿por qué fue así? ¿podemos llegar a satisfacerla? ¿podemos negarnos a hacerlo? ¿cuándo se consideraría saldada? ¿a cambio de qué? Y después de haberla saldado, ¿qué?… Incógnitas referidas todas al ámbito iniciático y cuyas respuestas deberíamos investigar y compartir.
“Quien nada puede nada debe emprender”, dice el maestro Fulcanelli. Así que antes de “hacer” debemos “poder”. Pero si podemos, debemos hacerlo. Aun sabiendo que el resultado no depende de nosotros y, también, que no debemos esperar ningún resultado concreto.
Con la ayuda de:
- “Diccionario etimológico indoeuropeo de la lengua española”, Edward A. Roberts y Bárbara Pastor, Alianza Editorial, 2001.
- “Nuevo diccionario etimológico Latín-Español y de las voces derivadas”, 5ª edición, Santiago Segura Munguía, Deusto 2013.
- “Nuevo diccionario Latino-Español etimológico”, D. Raimundo de Miguel, Ediciones Aldecoa, 1998.
- “Diccionario griego-español”, 1ª edición, Florencio I. Sebastián Yarza, Áurea, 2017.
- Diccionario de la RAE, online http://www.rae.es/
- “Diccionari sànscrit-català”, diccionaris de l’Enciclopèdia, Òscar Pujol, Enciclopèdia Catalana, Barcelona 2005.
- “Las moradas filosofales”, Fulcanelli, Plaza & Janés, 1969.
- “La Gran Tríada”, René Guénon, Paidós Orientalia, 2004.
