Es curioso que uno de los símbolos más propios y relevantes de la Masonería sea también uno de los más incomprendidos y maltratados, incluso por parte de algunos masones. No entender la diferencia entre un símbolo y las propias creencias, mezclando con el símbolo aquello en lo que uno cree o no quiere creer, nunca da buen resultado. Todas las personas deberíamos intentar ejercicios de profundidad en nuestro pensamiento, de reflexión, cuestionando lo que creemos con el objetivo de aprender algo nuevo, de buscar y encontrar, conocer algo que desconocemos. Y muy especialmente los iniciados, cuyo primer deber es la búsqueda sin prejuicios. Pero la mochila que llevamos a cuestas pesa mucho y está llena a rebosar, y muchas veces nos impide transitar ligeros y confiados por el sendero del iniciado. El Gran Arquitecto del Universo es el símbolo al que me refiero, y vamos a conocerlo un poco más siguiendo las palabras de Manuel Baras, un Maestro de mi Logia, y aderezándolas un poco, como solemos hacer aquí.
Dice este Maestro que a pesar de que la figura simbólica del Gran Arquitecto del Universo está presente de forma extensa en los Rituales y en los Trabajos masónicos individuales de cada miembro de la Logia, «no suele ser objeto de tratamiento como materia concreta de estudio o reflexión» ni en el Primer Grado ni en los siguientes. ¿Por qué es así? Es sorprendente si lo pensamos bien. Existe una resistencia a tratar de este símbolo, consciente o inconscientemente, en todos los grados del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, desde el Primer grado al 33º.
Y eso es lo más suave, porque también vemos casos flagrantes de intento de borrar del mapa este símbolo principal. Y de forma totalmente consciente, empecinada y entusiasta.
Dice este Maestro de mi Taller:
«Como todo en la Masonería, cuyo lenguaje simbólico es parte irrenunciable de la escuela iniciática que encarna, el concepto de Gran Arquitecto del Universo tiene que ser colocado en el lugar y sitio que le corresponde».
Así pues, el concepto de Gran Arquitecto del Universo es propiamente un símbolo en sí mismo y como tal debe ser considerado, y debe mantenerse desprovisto de las asociaciones que cada Masón vuelque en él según lo que le dicte el corazón o las creencias. Estas asociaciones, añade, que según los Masones que las expresen pueden ser contradictorias o incompatibles entre sí, deben quedar dentro de los ámbitos de la intimidad personal de cada uno y, así, permitir al símbolo que permanezca en su realidad abstracta, al margen de cualesquiera interpretaciones concretas.
Conócete a ti mismo
En numerosas ocasiones hemos dicho que la guía principal del camino iniciático es el mensaje de «conócete a ti mismo», como expresión de un camino de introspección. Así, debemos recordar que el objetivo de conocerse a uno mismo es el que se expresa en la sentencia grabada en el templo de Apolo en Delfos:
«Conócete a ti mismo, y conocerás el universo y a los dioses».
Y si el concepto «universo» abarca todo lo creado, la física, las cosas, el concepto «los dioses» abarca el origen, la metafísica que se acerca al motor de la creación, a las causas.
Para ser más concretos, dice Manuel Baras, el resumen dialéctico expresaría: «conócete a ti mismo y conocerás a los dioses que dieron origen al universo»; o para ser más precisos: «conócete a ti mismo y conocerás a Dios».
Zeus
Manuel Baras mantiene que desde un punto de vista etimológico ―la etimología es un lugar inmaterial desde el que se aprenden muchas cosas y muchas causas que no nos llegan por vía directa, sino a través de resonancias anteriores e interiores, dice―, el vocablo «dios», con el que asociamos el ámbito de las causas, no es más que el genitivo griego del nombre propio Zeus.
En griego antiguo, el nombre del dios máximo del Olimpo, Ζεύς, tiene como acusativo Δία (Dia, curioso y llamativo) y como genitivo Διός (Dios, igualmente curioso y mucho más llamativo). El nombre propio Dios no es, por tanto, más que el genitivo de Zeus, y podría traducirse como lo de Zeus, o lo propio de Zeus.
En nuestra tradición europea occidental, explica Baras, que además de ser judeocristiana es también y cabalísticamente grecolatina, tenemos incorporada la presencia lejana de Zeus en la Grecia clásica, como la de Júpiter, su equivalente, en la Roma clásica.
Zeus es el padre de todos, el dios principal, el más grande en el panteón helénico, soberano de hombres y dioses, que reina en las alturas luminosas del cielo. ¿No os parece, salvando las distancias, el correspondiente al Dios cristiano, al יהוה hebreo, al الله musulmán, aunque los tres se refieran a un dios único?
El (Gran) Arquitecto
Como el lenguaje simbólico que empleamos en la escuela iniciática llamada Masonería está construido de preferencia con lo propio del gremio de la construcción, provoca que asociemos la idea de motivo, principio, causa y acción creadora original a la figura de un arquitecto que crea los planos, en el origen de la construcción, recuerda Manuel Baras; y puesto que ese principio creador estaría en el principio de los tiempos, parece lógico que le demos la categoría de Gran Arquitecto.
La palabra arquitecto tiene una etimología muy interesante. Por un lado, expresa esa idea de origen, de principio, a través de la palabra griega αρχή (arché o arjé). Es la primera palabra que nos encontramos en el Génesis 1:1: «En el principio…», y también la primera palabra que utiliza Juan en su Evangelio, 1:1: Ἐν ἀρχῇ ἦν ὁ λόγος (En arjé en o Logos), en el principio fue el Verbo.
Tiene sentido que el arquitecto esté relacionado con el principio de la obra, porque realmente es él el primero en actuar en cualquier trabajo de construcción, puesto que es quien idea y traza los planos.
Por otro lado, expresa la idea de τέκτων, constructor, tejedor, obrero, procedente de la raíz indoeuropea teks-, que significa tejer, fabricar. Esta raíz es enorme, casi podríamos decir que explica cómo está hecho el mundo, como decíamos en «Lo sutil«.
Quiere decir tejer, fabricar, y mucho más: construir, ensamblar, labrar y da lugar a muchas palabras, todas ellas ricas en significado: tejer, texto, textura, tela, tejido, telar, carpintero, constructor, arquitecto… y todos los neologismos que terminan en -tecnia. Con esa misma raíz, el griego formó también τεχνή, que significa arte, destreza, técnica.
El arquitecto es el obrero principal, de principio, de la obra. Si nos referimos a la obra del mundo, tiene sentido que le llamemos Gran Arquitecto del Universo, según la simbología de los constructores.
El principio creador
Dice el Maestro de mi Logia:
Entre nosotros los Masones también los hay que se resisten a reconocer la existencia de un principio creador. Por cierto, ese principio creador que también les ha creado a ellos como consecuencia de un universo reglado, donde las leyes de la naturaleza se cumplen a pesar de nuestras empecinadas voluntades. (A este respecto, un viejo refrán mexicano se refiere a la supuesta autonomía humana para decidir su futuro, y dice: “Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”).
Pues bien, la Masonería que trabaja el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, reconociendo ese principio regulador, le pone el nombre de Gran Arquitecto del Universo para que ninguno de sus obreros se sienta incómodo, con un apelativo conciliador, técnico, cuya etimología es, literalmente, “jefe de los obreros”, y piense luego en él como Dios, Yahvé, Alá, la Naturaleza, el Tao, el Ki del Reiki… o una gran casualidad como el Big Bang (que, como recuerda Manuel Baras, sorprendentemente hizo explotar algo que previamente no existía…).
Lo importante es retener que el Gran Arquitecto del Universo es un símbolo, y que como tal no toma partido por nada ni por nadie, sino que corresponde a una realidad «meridiana, objetiva, que se constata si miramos sin prejuicios una planta, un electrón, un caballo o el firmamento estelado, y reconocemos sin soberbia que nada de eso lo ha hecho el hombre, ni tampoco la arrogante Francmasonería universal, racional y científica, de algunos Hermanos». Y es que:
«Frente al Gran Arquitecto del Universo sólo cabe humildad, como frente a todo lo incomprensible, lo inalcanzable».
El Gran Arquitecto del Universo es un símbolo puro, sin adscripciones, sin dependencias, sin cargas previas, sin hipotecas, y no corresponde a la Masonería adjudicarle ninguna camiseta partidista ni ponerle otro nombre que no sea el nombre simbólico de Gran Arquitecto del Universo.
Lo que después hagan con ese símbolo los Masones en su intimidad no es objeto de estudio ni de debate, porque cada uno es libre de interpretar lo que quiera según sus pulsiones internas, y se es libre de hacerlo; aunque no de imponerlo.
Los que no saben leer
Leyendo los argumentos de este Maestro, me parece claro que oponerse al símbolo, resistirse a considerarlo o nombrarlo, es algo absurdo. Es no entender lo que es un símbolo, es mezclar un símbolo con las creencias personales (no creer también es una creencia) y es pretender que la creencia o la no creencia de uno debe presidir los Trabajos de la Logia. Suprimir un símbolo por ignorancia, por prejuicios o por afán totalitario es no entender nada sobre la naturaleza de los símbolos, de todos ellos, y es robarles a las futuras generaciones de Masones una parte de su aprendizaje iniciático, de su herencia, a la que tienen derecho. Porque nuestro trabajo es recibir, conservar, comprender y transmitir.
Quienes trabajan el Rito Escocés Antiguo y Aceptado lo hacen con esta invocación, al principio, tanto en el Ritual dentro de la Logia como por escrito:
“A la Gloria del Gran Arquitecto del Universo”
Esta invocación nunca debería ser sustituida por otra, según nos parece a los Maestros de mi Logia, ni siquiera por la que se extiende cada vez más y que es de carácter vanidoso, presuntuoso y ególatra:
“A la Gloria de la Francmasonería Universal”
O, lo que es lo mismo, “A la Gloria de Nosotros Mismos”… Nos preguntamos, en mi Logia, si este es un testimonio de cómo en las escuelas iniciáticas se han de ir diluyendo los egos, y realmente nos parece difícil que eso sea posible si abrimos los Trabajos y directamente, trabajamos, invocándonos a nosotros mismos al empezar… es tan ridículo que daría risa si no fuera algo tan serio.
Como ocurre tantas veces, los alumnos que no han aprendido a escribir deciden suprimir el alfabeto en lugar de aplicarse en aprenderlo.
En la tradición hindú es Vishnú el creador del Universo, representado como Brahma, el poder creador. En la imagen de esta entrada lo vemos dentro del huevo cósmico
