Son tan suaves las cadenas…

Tengo un amigo muy especial. No vive en este mundo, en el de todos nosotros, sino que vive en un mundo interior, a medio camino entre la imaginación y los sueños. No pinta lo que ve, sino que ve lo que pinta, lo sueña, lo destila, lo cuece a fuego lento sobre lino, plasmándolo al óleo, con colores intensos o suaves, con luces y tinieblas y siempre insinuando unos personajes, unos relatos que no están terminados y de los cuales pone el hilo en tus manos, para que tires de él, tejas, destejas, ovilles o desovilles ese fino hilo de seda que te une a sus cuadros… Porque si te paras ante una de sus pinturas ya no puedes huir, te quedas atrapado en el óleo como una mosca en la paleta, devolviendo la mirada a ese personaje que parece interrogarte, te quedas preso a su lado y te conviertes en parte de su historia…

El mundo al que me llevan los cuadros de mi amigo Carles Gomila es un mundo fantástico, donde lo que imaginas es la realidad. No existe la fuerza de la gravedad, ni las otras leyes físicas que rigen nuestro mundo, ni, por supuesto, las convenciones sociales; la moralidad y la inmoralidad son desconocidas, y no existe el vacío, ni las altas expectativas, ni la decepción… tampoco la enfermedad, ni el miedo, aunque sí la muerte. La muerte siempre es necesaria.

En ese mundo tienes el poder, el poder de decisión, de seducción y de ejecución… sin remordimientos, ni frustraciones, ni necesidad de perder tu tiempo en tareas totalmente prescindibles. Todo el tiempo, en ese mundo, es dedicado a ser. Lo que seas. Lo que quieras.

Como mi amiga “La hija del anticuario” (así se llama este cuadro), que descansa entre serena y burlona en la cima de las colchonetas de seda de la tienda de su padre, mullido territorio que ha ido conquistando a lo largo del tiempo. Cada una de ellas cuenta una historia de amantes despechados o exhaustos, que han quedado atrapados entre las telas, para siempre…

«La hija del anticuario»

En ese mundo, la fuerza y la delicadeza viven en absoluto equilibrio, y la primera no se basa en el poder de dañar, sino en el de seducir. Vence quien cautiva al otro, no con cadenas, sino con miradas y promesas de las que se firman con los labios… o quizás con unas gotas de sangre…

Cualquier acción es, en ese mundo, una demostración de sutileza o de fortaleza, porque la fragilidad no existe, solo en apariencia.

Por eso puede estar «Na Llepaflors» («Lameflores») tumbada en su diván, después de haber hecho lo que podría haber hecho, sorbiendo con delicadeza, indiferente, el néctar de su aperitivo, mientras el pequeño fauno intenta escuchar el mar en una caracola, sabiendo que no va a crecer nunca…

«Na Llepaflors»

Es igual quién eres, en ese mundo, porque no existe el miedo y no temes a nada. Tu fuerza no se mide por tu tamaño, ni tu inteligencia por tus títulos, ni tu importancia por tus posesiones…

En ese mundo importa si sabes contar cuentos, y si tienes aguante, por eso todo es posible, todo puede ocurrir, y te enfrentas a ello con serenidad, como muestra la protagonista de “No temo arder”… sabe que un día la cera se terminará y entonces la llama prenderá en sus cabellos.

Si así ha de ser, sea.

«No temo arder»

No os esconderé que en ese mundo las mujeres tenemos el poder, ese poder basado en la seducción y la sutileza. Claro, hay víctimas por el camino, siempre las hay, es imposible vivir sin dejar daños colaterales, también en ese mundo imaginario.

Pero ese inconveniente se asume, se honra a las víctimas y se les agradece su servicio, como le ha ocurrido a ese antílope que cuelga ahora de una rama, adornado con oro y perlas, pieza cobrada por mi amiga la esfinge pelirroja que vive en el árbol…

Ella, si te mira, puede convertirte en piedra. O en humo.

Te planteará sus enigmas y si no conoces las respuestas, si no las encuentras, pasarás a formar parte de su despensa arbórea, junto al antílope… o quizás te mantenga con vida durante un tiempo, si consigues demostrarle que sirves para algo… aunque parezca mentira, sus garras de leona también pueden acariciar con ternura.

«Esfinge. Primer día de caza»

¿Y qué me decís de su prima, la otra esfinge que vive en un árbol? Igualmente seductora y amante de los enigmas, dedica menos tiempo a la caza y prefiere otros pasatiempos… Ella es “La esfinge de las medias negras”… sugerente, ¿verdad?

Pero cuidado, también tiene garras de leona. No te confíes…

«La esfinge de las medias negras»

¿Que si no hay personajes masculinos en ese mundo? Bueno, tendríamos que empezar por redefinir el término «masculino».

Existen hombres, claro… seres sensibles y delicados, ajenos totalmente a la necesidad de ser machos Alfa, sin instinto ni intención de dominar, sin agresividad, ocupados en tareas tan maravillosas y necesarias como “El domador de colibríes”…

«El domador de colibríes»

O haciendo magia, contando ocurrentes relatos, diciendo la buena fortuna a través de los posos del té o con el Tarot, bailando o haciendo reír…

«Clowns»

También cantando ópera, como «Falstaff»…

«Falstaff»

En ese mundo no existe la crueldad… las mujeres no son crueles con los hombres, solo que algunos encuentran su destino entre los brazos de ellas, o entre sus pies, como te ocurre si te acercas demasiado a “Turandot”…

La princesa siente debilidad por los enigmas:

  1. ¿Cuál es el fantasma que cada noche nace de nuevo en el hombre y cada día muere?
  2. ¿Qué es lo que flamea como una llama y, sin embargo, no es fuego; que arde como la fiebre, pero se enfría en la muerte?
  3. ¿Cuál es el hielo que quema y cuanto más quema, más frío es?

Si no conoces las respuestas, estás listo. Turandot no tendrá piedad de ti. Tu destino será morir, pero no te sentirás desgraciado, pues vivir sin ella sería imposible…

Ése es tu destino. Y el destino lo es todo.

«Turandot»

Las mujeres también reinan sobre los grandes animales marinos, en ese mundo que vive entre el sueño y la imaginación… y no me preguntéis qué pintan ahí los pescadores, o si hay un capitán Ahab intentando capturar a Moby-Dick, porque no sé siquiera si existen… en ese mundo, las sirenas siempre ganan.

La leyenda sí que habla de marineros, de los que naufragan en las costas y se quedan a vivir en las islas, en las playas, sobre los acantilados, porque no pueden abandonar a las nereidas que provocaron su desgracia… o su suerte…

«Mares en calma no hacen buenos marineros»

Y sin rencores, ni remordimientos, ni arrepentimiento, ni culpa, cada habitante de ese mundo vive lo que se imagina, y su imaginación se convierte en realidad, por lo que no existen los libros, ni las teorías científicas, ni los dogmas, ni las conspiraciones, porque la realidad es distinta para cada cual…

Da lo mismo si la Tierra es plana o redonda, no es algo que preocupe a nadie en ese mundo. La Tierra misma es un concepto olvidado, que aparece en algunos relatos antiguos, pero que nadie se sabe explicar realmente, ni lo intenta. ¿Para qué? Lo tangible es el deseo, y los colores, y ese aroma a especias y clavo.

Los sueños, eso es lo tangible. Y a ellos se dedica este personaje andrógino, tocado por la belleza y dotado con la sabiduría por partida doble, como indican su turbante y su compañera alada, la lechuza.

«Dreamcatcher» («Atrapasueños»)

Eso es lo que sabe también mi amiga del cuadro “Las cadenas son tan suaves”, por eso te mira así…

Ella es real, real en ese mundo imaginario… pero las cadenas no lo son… o quizá sí, es posible que sea al revés, y esos monstruos de ojos vacíos existan realmente.

No importa. Y ella lo sabe. Lo que es, es. Y lo que no es, también (no) es. Porque esos seres peludos son también parte de ella, por eso casi los acaricia como si fuesen gatitos, mientras te indica con la mirada que tú puedes hacer lo mismo…

«Las cadenas son tan suaves»

Me gusta ese mundo, me atrae, me gustan esas mujeres poderosas, seductoras, dueñas de su destino y sus consecuencias, sin miedo a vivir, a desear, a cumplir, a ser libres, a renunciar a todo y reírse de la vida desde la cima del montón de colchonetas o desde las ramas de su árbol…

Los personajes, los colores, las miradas que siempre se fijan en ti… no puedes huir, te quedas atrapado en el cuadro, por ese personaje, por su circunstancia, por una historia apenas insinuada de cuyo hilo tiras tú…

Y termino ya con otro de mis favoritos: “Yo soy la puerta”… porque en realidad, la imaginación de cada uno es única y libre, ahí no hay consecuencias, ni deseos insatisfechos. Eso que llevamos con nosotros es realmente nuestro y quizá sea lo único que sigue con nosotros aún si perdemos el juicio o la memoria.

Por eso me he rendido a la tentación de hablaros, hoy, no sobre la búsqueda, sino sobre la certeza fantástica que cada uno llevamos dentro.

Todos somos la puerta…

«Yo soy la puerta»

Gracias, Carles, por tanto.

Ah, y para los curiosos despistados, las respuestas a los tres enigmas son: la esperanza, la sangre, y ella misma, la princesa Turandot.

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