Carta a mis padres

No sé muy bien por qué os escribo, si aún tengo la suerte de teneros a ambos a mi lado y, por lo tanto, os lo puedo decir de palabra. Pero a veces no se encuentra el momento propicio para decir algunas cosas, y es una pena, ya que a menudo se hace demasiado tarde… como no quiero que esto ocurra, he decidido escribiros aquí lo que pienso y siento, y así, seguro que no se nos escapa la ocasión.

Sé que no he sido una hija fácil… pero tengo que agradeceros antes que nada que siempre habéis estado a mi lado. Incluso cuando estaba cometiendo errores de peso. Siempre me habéis dicho lo que pensabais y no solo me habéis dejado decidir sin presiones, ni amenazas, sino que siempre habéis estado a mi lado.

Me parece que esto tiene mucho valor, porque dice mucho de vuestra generosidad y también, de vuestra capacidad de entender que yo tenía que cometer mis propios errores, que simplemente no me los podíais ahorrar, como ningún padre puede hacer… esperando, solamente, estar a mi lado para recogerme cuando tropezara y me diera de bruces. Os lo agradezco, porque habéis respetado mi libertad para tomar decisiones, aunque fuesen equivocadas, y habéis entendido que así es como se aprenden las cosas de la vida y como uno se tiene que hacer mayor: asumiendo sus propias elecciones.

También os agradezco que siempre habéis vivido sin que os importase nada la valoración social, el qué dirán… me habéis enseñado, así, a vivir según los propios principios y convicciones, sin buscar la aprobación de nadie más que la de uno mismo. Pienso que esto no tiene precio, porque nunca me habéis querido meter en un molde que fuera socialmente aceptado o valorado… habéis entendido lo que soy y lo habéis valorado, y no lo que podría haber sido.

A ti, mamá, tengo que agradecerte tantos momentos de apoyo, tantas risas, tantas confidencias, tantos consuelos. También que me hayas enseñado la fuerza de nuestra voluntad, de nuestra determinación, la necesidad de querernos para poder querer a los demás. Y sobre todo, tengo que agradecerte la alegría: eres la única persona que conozco -desde hace 54 años-, a quien nunca he visto de mal humor, con un «mal día» de esos que acaba pagando todo el mundo… nunca, ni una sola vez, te he visto de mal humor. Te he visto triste, claro, en momentos concretos de la vida. Pero no de mal humor, nunca.

Pienso que es la alegría lo que te define, y quiero agradecerte el entusiasmo con el que vives y que me has enseñado a valorar. El entusiasmo es un gran regalo, porque es una alegría de vivir plena y conscientemente, con mucho significado, de quien valora lo que ve, lo que tiene, lo que existe, que valora la vida, incluso en sus más pequeñas manifestaciones.

Tu conexión con la vida siempre me ha sorprendido, tu capacidad para entender el lenguaje de la naturaleza, desde las flores a los animales, incluso a los pájaros y a los insectos, para sentirte parte de esta vida que nunca empieza ni termina, que siempre se mueve, y genera, y regenera… Recordaré siempre algunos momentos en que me he emocionado viéndote salvar a un ser vivo, o acabando con su sufrimiento.

La alegría de vivir -aunque soy mucho más taciturna que tú-, la he aprendido de ti, a pesar de que durante muchos años no lo entendí y el mal humor sí que ha formado parte de mi forma de ser. Finalmente, he entendido que la vida en sí ya es un motivo para sentirse alegre y agradecido.

También el agradecimiento constante lo he aprendido de ti, la capacidad para valorar lo que tenemos, lo que somos, el lugar que ocupamos en el mundo, en lugar de desear otras vidas u otras situaciones… y saber que es preciso agradecerlo todo a algo más grande que uno mismo.

También te agradezco tu curiosidad inacabable, tus ganas de vivir, de aprender, de conocer… el hecho de que no hayas perdido ni un minuto de tu vida en palabrerías y chismes, hablando mal de la vida de los demás, de sus miserias… toda tu energía la has dirigido siempre a las cosas positivas, a construir, a aprender, a compartir… Creo que, a pesar de los golpes que nos da la vida, esta es la llave de la felicidad, y tú siempre la has poseído, quizás sin saberlo, pero has estado irradiándola a tu alrededor.

A ti, papá, he de agradecerte la prudencia, la capacidad de reflexión, la valoración de pros y contras. Pero, sobre todo, la discreción y los silencios conscientes, la sencillez con que vives y dejas vivir, tu gusto por el equilibrio, por las cosas simples y, muy especialmente, por la justicia. Siempre me ha impresionado tu sentido de la justicia, y recuerdo muchos momentos en los que me has hecho ver que estaba siendo injusta con alguien, quizás por desdén, porque tampoco te ha gustado nunca hablar mal de las personas y siempre has sabido mostrarte respetuoso con todo el mundo.

También te agradezco la generosidad, y que con tu ejemplo me llevaras por el camino del gusto por el cine y la lectura… tú me has enseñado el placer por los clásicos del cine, y también por la literatura histórica, la de aventuras, la que habla de la vida, y te hace crecer, y viajar, y explorar… por las historias que devorabas en los libros del «Círculo de lectores», a los cuales yo también me enganché. El amor por la lectura ha sido un gran regalo que me has hecho. Todavía hoy recuerdo personajes y anécdotas de ellos que me contabas, y cómo los dos nos sumergíamos en nuestros libros, para desesperación de mamá, que no conseguía que levantásemos la cabeza ni la escuchásemos, ausentes como estábamos, inmersos en las sombras del calabozo del conde de Montecristo, o huyendo de la cárcel con Papillon, o cenando en el Nautilus con el capitán Nemo…

Te agradezco el sentido del humor, la capacidad de distender un momento tenso con una broma. Siempre recuerdo que muchas veces me mirabas, cuando estábamos en la mesa y me quejaba por algo, y me decías: «Tú hablar demasiado», imitando a los sioux de esas películas que veíamos juntos. Cómo me liabas con los títulos de las películas (los dos mejores eran: «Tres detrás de un bollo y las lágrimas de un chorizo» y «Perseguida hasta el catre»), o cómo tus frases hechas favoritas eran expresiones sacadas de escenas de películas de la época o de libros que contaban grandes historias. Esas frases hechas, esas expresiones tan tuyas, todavía vienen a mi memoria a diario de forma automática y todavía hacen que me ría.

Y te agradezco también que la fuerza nunca haya sido un argumento para ti, nunca has vivido enarbolando la fuerza -nunca me diste ni un cachete!-, nunca has gritado para tener razón… sino que con la paciencia y la prudencia has ganado tus batallas. Y pienso que son armas poderosas, que no controlo del todo a causa de mi impulsividad, pero sé que combinadas con la amabilidad y el argumento contundente de la sonrisa, son herramientas valiosas para la vida.

El amor incondicional, el servicio, el sacrificio, la generosidad, la disponibilidad… siempre las he encontrado en los dos. Nunca he visto envidia, ni odio, ni rencor, ni soberbia, ni codicia en ninguno de los dos… Sé que gracias a vosotros soy mejor persona, por cómo me educasteis y, sobre todo, por el ejemplo que me habéis dado.

Y soy feliz cuando pienso que hemos tenido la suerte de compartir muchos momentos excepcionales: viajes, comidas, conversaciones, sesiones de ópera, películas, libros, mascotas, amigos, fiestas… esos sábados por la tarde de la infancia, delante del televisor, viendo «una de romanos», o «una de piratas»… y muchos otros momentos que vinieron después, celebrando la vida y las amistades compartidas, fueron momentos muy felices. Y espero que todavía podamos compartir muchos momentos más.

Gracias por todo lo que me habéis enseñado.

Vos estim.

(Esta carta la escribí en catalán, para ellos, el 2 de julio de 2013. La subí a un blog que tenía entonces, pero fue cerrado y la perdí. Sin embargo, unos años más tarde supe que mi amiga Sonia Rotger la había guardado -!cuando todavía no éramos amigas!-, y gracias a ella pude recuperarla. Mis padres siguen aquí, conmigo, con 80 y 89 años. He añadido algunas cosas, pero la esencia es exactamente la misma, y las palabras, también).

2 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Gracias, eso creo yo también. Un abrazo!

    Me gusta

  2. Avatar de florivanic florivanic dice:

    Qué importante es no quedarnos con las palabras que queremos decir a las personas que nos rodean y queremos. Hermosa carta, hermosa entrada ❤

    Le gusta a 1 persona

Deja un comentario