¿Podríais definir, más o menos, lo que es el alma? Es curioso, porque se trata de una palabra muy común, habitual en muchas conversaciones y frases hechas, al igual que muchos de sus derivados: animal, anímico, desalmado, alma solitaria, me duele el alma, alma gemela… en catalán existe una palabra relacionada con el alma que me gusta especialmente: «malànima», que no necesita traducción. Sin embargo, no es fácil decir lo que es, diferenciarla, por ejemplo, de «espíritu», y tener claro a qué parte de nosotros se refiere. Cuando era pequeña, en el colegio nos enseñaban que nosotros éramos «animales racionales de alma y cuerpo»…
Estoy leyendo un libro muy interesante sobre el alma: «El alma, el espíritu y el sentido», de Pere Sánchez Ferré. Al final de esta entrada encontraréis la referencia completa. Trata de la confusión lingüística y de sentido que se ha dado, a lo largo de la historia, entre tres conceptos, pero sobre todo, entre los dos primeros: alma (psyque), espíritu (pneuma) y sentido (nous, el sensum latino). Y de cómo de esa confusión deriva en gran parte la desorientación actual del ser humano, que vive y muere ignorando lo más importante de sí mismo, aferrándose a lo que llama realidad porque es lo que ve.
Somos inmortales
¿Sabéis que es el alma lo que en realidad constituye nuestra parte inmortal? El alma es la chispa del fuego divino que se encarna en un cuerpo físico, en un cuerpo humano. Es el origen y la sede de nuestra conciencia, el fundamento del ser humano, y de ella proceden todas nuestras facultades superiores.
Pero en realidad el alma es una gran desconocida. De hecho, está siendo casi ignorada, a pesar de que está presente en todas las tradiciones y todas se han ocupado de ella. Sin embargo, en Europa, la confusión lingüística y de concepto llegó hasta tal punto, que el alma fue desterrada, negada, y a partir del siglo XVII, dice Sánchez Ferré:
«… a partir de Descartes, el alma inmortal del ser humano será negada para sustituirla por una conciencia desprovista de todo sentido espiritual, convertida en principio pensante, emanada del cerebro; por lo tanto, sólo será aprensible por la percepción subjetiva del hombre, ligada al hecho de tener conciencia y pensar»
Ya sabéis, el «pienso, luego existo». El racionalismo moderno cortó la raíz del alma, situó sus funciones en el cerebro y desterró sus fundamentos, su procedencia y su razón de ser.
La palabra, y el concepto, han seguido siendo devaluados, hasta el punto de que el alma (psyque) ha llegado a ser asimilada solamente a sus aspectos inferiores, lo que es el espíritu, penuma, la parte psico-emocional y lo vegetativo-reproductor, y su estudio ha recibido el nombre de psicología. Pero la parte realmente fundamental ha quedado en el ostracismo.
Lo que debemos conocer
Es del alma de lo que habla la famosa frase del oráculo de Delfos, ese «conócete a ti mismo» que se refiere precisamente a la necesidad de hacernos conscientes de ese «Sí mismo», de ese «Yo» que hay en nosotros y que es inmortal. Eso es lo que se nos invita a conocer, no los aspectos inferiores, esa parte psico-emocional (deseos, gustos, manías, nuestro personaje en esta vida) que tantas veces pensamos que es lo que somos realmente y que es lo que la iniciación, por ejemplo, en todas las tradiciones, tiene el objetivo de superar. Es eso que llamamos «ego» y que da vueltas al yo, mi, me, yo mismo, lo que ha de ser superado.
A ese superar nuestro yo pequeño se refiere el autoconocimiento, la necesidad de introspección, el silencio… eso es lo primero que debemos descubrir: lo que somos realmente. Y por tanto, lo que no somos, esa parte inferior del alma que se ha llamado espíritu (pneuma) y que también ha sido llamado, entre otros nombres, cuerpo astral, o cuerpo de deseos, porque es el cuerpo cada vez menos sutil del que se va revistiendo el alma en su descenso a la materia densa.
En realidad, el espíritu es el vehículo del alma. Dice Sánchez Ferré:
«Las almas buscan siempre un cuerpo o un tejido del que revestirse. Cuando descienden a la encarnación humana se visten de un cuerpo sutil o celeste»…
… un cuerpo que al parecer recogen las almas de las esferas celestes, en su descenso.
El tejido
Es bonito eso del tejido celeste… a ver si consigo explicarlo como lo he entendido: cuando el alma está en el Uno (Dios, o como queráis llamarle, en su casa) es luz pura, ese es su cuerpo, o su vestido, hecho de la energía más luminosa que existe. Cuando el alma baja a la materia densa a encarnarse, tiene que dejar ese envoltorio de luz, pero necesita de otro cuerpo adaptado a los mundos por los que pasa, a medida que desciende. Ese cuerpo es el cuerpo astral o espíritu. Cuando llega a la tierra, donde existe la materia más densa de todas, el alma, revestida del espíritu, entra dentro de un cuerpo carnal, un cuerpo humano. Y ahí sigue hasta que ese cuerpo muere.
Eso es lo que expresa el símbolo central del Oriente en mi logia:

La confusión entre espíritu y alma es notable, y ese nudo intenta desentrañar Sánchez Ferré en el libro de referencia. Algunas veces la confusión ha sido interesada, pero otras, simplemente se debe a la ignorancia, o incluso a malas traducciones de los clásicos griegos y latinos, y a la mala comprensión de las tradiciones espirituales de Oriente en Occidente.
La Luz, la Sabiduría, el nous
El tercer aspecto, que Sánchez Ferré traduce por «sentido» (el nous griego y el sensum latino), y que también puede ser la sabiduría, la mente, o la inteligencia, es igualmente un principio inmortal que permanece en el ser humano y que es considerado un don.
Para entendernos, es lo que Cristo les abrió a los apóstoles en Emaús para que comprendieran sus enseñanzas, se dice que les dio «el don de lenguas», y es lo que se conmemora en la festividad de Pentecostés.

Y es también a lo que se refieren los masones cuando piden «la Luz», ese objetivo al que tienden desde que fueron iniciados, muchas veces sin tener claro a qué se refiere exactamente, pero que todos podrían identificar con la Sabiduría:
Venerable Maestro:
– Hermanos, dado que la Logia está debidamente cubierta y que todos los asistentes son Aprendices Francmasones, entremos en las vías que nos han sido trazadas.
Hermano Primer Vigilante, ¿qué pedimos cuando entramos por primera vez en el Templo?Primer Vigilante:
– La Luz, Venerable MaestroVenerable Maestro:
Apertura de Trabajos en Primer Grado, Rito Escocés Antiguo y Aceptado
– Que esa Luz nos ilumine
El nous es un premio que las almas deben ganar, y eso es lo que pretende la iniciación masónica y todas las demás, también el bautismo cristiano en sus orígenes, por eso uno era bautizado cuando así lo quería, y ello implicaba un compromiso.
La regeneración del ser humano en esta tierra es posible, con una dosis de don divino y con una dosis de trabajo individual, a lo que animan todas las tradiciones y a lo que se refieren cuando hablan de camino, trabajo, purificación, crecimiento, autoconciencia, perfeccionamiento, iluminación…
«El alma (psique) se vuelve idéntica al nous cuando ésta recibe la bendición o la verdadera iniciación. Esta alma en el hombre proviene del nous celeste, que de hecho es el Alma del Mundo, pero solamente la que ha recibido realmente el don de Dios es la que se identifica plenamente con el nous»
Pere Sánchez-Ferré
¿Para qué estamos aquí?
Pues esa es sin duda una de las grandes preguntas. Uno puede pensar que estamos aquí para trabajar, comprar, entretenernos, tener hijos, tener más o menos salud y fortuna y después, morir y desaparecer.
Pero las grandes tradiciones de la Humanidad coinciden en algo muy distinto: estamos aquí para regenerarnos, para regenerar nuestra alma inmortal, unida al espíritu y al cuerpo. En la tradición cristinana se le llama «resucitar», pero no ha sido explicado en absoluto y casi nadie conoce su auténtico significado.

Esa alma es la verdadera y plena conciencia en el hombre «aunque ahora esté como dormida a causa de encontrarse encerrada en un cuerpo animal«.
El objetivo es despertar, y cuando eso ocurra, gracias al don de arriba y a nuestro trabajo, «conoceremos lo que supone poseer conciencia plena, pura y constante«…
«… Pues lo que ahora llamamos vida consciente no es más que un estado de conciencia intermitente en que los momentos de olvido, de ausencia o inconciencia suelen superar a los conscientes. El hombre religado a Dios adquiere la plena y pura conciencia».
Pere Sánchez Ferré
De eso se trata, de religarnos, de regresar, de alcanzar la sabiduría, de salir de la rueda de reencarnaciones del Samsara, de dejar la ilusión de este mundo (Maya), de volver a la Unidad, de conseguir realizar el Reino de Dios en nosotros, la Jerusalén Celeste… expresiones distintas para hablar de lo mismo.

Se trata de que la conciencia creadora, ordenadora, organizadora, constructora, despierte en nosotros y actúe desde nosotros, de manera que nos convirtamos en ella misma, en ese «Hombre universal», que dice Sánchez Ferré que es el modelo del sufismo, pero también de todas las tradiciones, el objetivo de la regeneración.
Doble exilio
Sabemos ahora que el alma sufre un exilio doble: lejos de su fuente -el fuego creador-, se encarna en la materia densa, en el cuerpo de un ser humano, donde está enterrada, olvidada. Si no es despertada no podrá salvarse, no evitará una nueva encarnación cuando ese cuerpo físico muera, según cuentan prácticamente todas las tradiciones. El destino del alma enterrada en la materia es o la salvación o una nueva encarnación.
Y puede parecer que no hablamos de nosotros, que es algo muy metafísico, pero eso es precisamente lo que somos, esa parte inmortal que todos llevamos dentro, todos y cada uno de nosotros, esperando ser despertada para iniciar su vuelta a casa.
El otro exilio es el olvido al que la ha condenado el materialismo moderno, el racionalismo a ultranza, hasta el punto de negar su existencia y así desposeer al ser humano de lo que es realmente, de esa pertenencia al cielo, al elemento que crea, organiza y ordena la vida. Las implicaciones de esta pérdida son tremendas, y las vemos cada día en nuestro mundo.
La muerte
Hay algo comentado más arriba que quiero retomar, para terminar ya. Es esto: cuando muere el cuerpo físico, si el alma tiene que volver a reencarnarse en un cuerpo mortal, el espíritu que la acompaña sencillamente «es condenado para siempre en el mundo de los muertos«.
Y, amigos, ese mundo de los muertos es el infierno, donde el espíritu sigue teniendo los mismos deseos que aquí pero en cambio, no tiene un cuerpo con qué satisfacerlos, según cuentan los sabios. Por eso en tantos sitios se habla de la «sed eterna» y por eso Dante nos muestra un infierno tan terrible y variado en horrores, a cada cual según el deseo o el vicio que orientó su vida.
Dice Sánchez Ferré:
«Como señalaba Emmanuel d’Hooghvorst, la muerte es la reducción de la vida a un estado meramente psíquico, es decir, al aspecto mental, imaginativo y emocional del hombre».
Estar vivo y estar muerto quizá no sean lo que pensamos habitualmente. Por eso la Tradición nos pretende despertar a través de la iniciación y de la muerte iniciática. «Muere antes de que mueras», dicen los sabios de todas las épocas. Porque para despertar hemos de acceder a esa conciencia interior y vivir de acuerdo a ella, algo que no es posible en medio del ruido y la desorientación.
Recoge Sánchez Ferré que Sócrates, antes de morir, dijo que:
«Quienes se consagran a la filosofía no se cuidan de ninguna otra cosa, sino de morir y de estar muertos».
Sócrates
Despertar y purificarnos, para poder asumir lo puro y no quemarnos en el intento. Es exactamente lo que la Alquimia hace sobre la primera materia.
Séneca dijo, al parecer, hablando de los sabios, «los únicos que viven»:
«Ninguno de ellos te forzará a la muerte, y todos ellos te enseñarán a morir».
Séneca
Si vivimos siendo solamente las partes mortales de nuestra alma (pneuma, el espíritu, el cuerpo astral o de deseos), ya estamos, en realidad, muertos.
Libro de referencia:
«El alma, el espíritu y el sentido», de Pere Sánchez Ferré, editorial Mandala (José J. de Olañeta, Editor), 2016.
Y si os interesa saber más sobre el exilio del alma en el mundo del materialismo y por qué nos ha robado esa parte tan fundamental de nosotros mismos: «La tradición oculta del alma», Patrick Harpur, de la editorial Atalanta.
La imagen principal que ilustra esta entrada es una de las miniaturas de la «Aurora consurgens«.
