Maestros

No sé si habéis pensado alguna vez qué personas han marcado vuestra vida, por su ejemplo y por lo que os han enseñado. Pienso que de todos aprendemos, todas la relaciones que mantenemos, intensas o ligeras, nos aportan algo valioso y nos ayudan en nuestro aprendizaje del vivir. Pero hay personas tan especiales, que te dejan marcas tan imborrables, que vale la pena ponerlas en una lista aparte. Es igual si pasan por tu vida en un momento dado y luego su presencia se desvanece, o la vida os separa, o simplemente se van de este mundo. Ya han hecho lo que tenían que hacer por ti, y habiendo sido tan fundamentales, nunca desaparecen del todo. Sigue ahí su recuerdo, su energía, su voz y lo que te enseñaron, cómo te lo enseñaron y por qué. Esta entrada es un homenaje a las tres personas de mi lista especial que ya no están en este mundo.

Joan F. López Casasnovas: el amor a las palabras

Joan se ha ido de este mundo este martes, día 19 de julio de 2022, a los 69 años. Demasiado pronto. Fue mi maestro y también mi profesor, que son cosas distintas. Profesor de lengua castellana y de literatura, me enseñó a amar las palabras, a escuchar su música y su sentido, a hilvanarlas como si fuesen pequeñas perlas en un collar de frases y párrafos que contaban una historia.

Él era poeta, bueno, es poeta, porque los poetas nunca mueren. Firmando como Pere Xerxa, trazó versos en la arena de las calas menorquinas, con agua de mar y viento de tramontana, porque amaba a su tierra y la respetaba profundamente, como a un lugar sagrado, regado con el sudor y la sangre de los ancestros, con la huella impresa de sus luchas y sus logros. Un pequeño trozo de tierra anclado en el Mediterráneo, a veces a la deriva, a veces en puerto seguro.

«Els qui hem nascut a la mar tenim per pàtria una barca»…

Primeros versos del poema «Mariners sense barca«, de Pere Xerxa, musicado con delicadeza por Maria Àngels Gornés
Maria Àngels Gornés cantando «Mariners sense barca», poema de Pere Xerxa

Joan López me enseñó la generosidad del que sabe y ayuda a los demás a saber, disfrutando, además, al hacerlo. Era feliz transmitiendo su amor por la escritura, por la lengua, por los libros. Nunca tenía un «no» para quien se acercaba a él pidiendo su colaboración, que normalmente le significaba tiempo y trabajo.

Maestro, profesor, político, gran orador, poeta, investigador, escritor, rapsoda, intelectual, activista… Joan lo ha sido todo para defender varias cosas: a la verdad, las personas, la tierra (Menorca, pero también el mundo) y la lengua, el catalán, y dentro del catalán, la variante menorquina, como fundamento y cima de la identidad histórica y cultural de la isla y sus habitantes. De hecho, como le he oído decir a un gran amigo suyo, «para él, la patria era la lengua».

Joan Francesc López Casasnovas FOTO: ©PRATS i CAMPS

Gracias a él, profesor y amigo, conocí en 1991 la mejor versión que existe del «Cyrano de Bergerac» de Edmond Rostand traducida al catalán, la de Xavier Bru de Sala. Todavía hoy este libro me acompaña a menudo, por la belleza de la historia y por el placer de su lectura en catalán. Y siempre he visto en Cyrano un cierto aire a mi profesor preferido… o al revés… alguien limpio, de emociones contenidas, franco y transparente, con sentido del humor y sentido del destino, generoso, comprometido, invencible en su interior y, por lo tanto, invencible…

«… No tenir gens en compte la fama i la fortuna,

poder, amb el pensament, enfilar-me a la lluna!

No haver d’escriure un mot si de mi no ha sortit,

i molt modestament poder-me dir: Petit

estigues satisfet de flors i fruits i fulles

si és al teu jardí que en culls o bé n’esbulles!

I si arriba el triomf, quan l’atzar ho ha dispost,

no haver d’estar obligat a satisfer un impost,

davant de mi mateix reconèixer-me els mèrits,

no haver de pagar mai per uns favors pretèrits,

i, encara que no sigui poderós el meu vol,

que no arribi gens lluny, saber que hi he anat sol!

Discurso de Cyrano a Le Bret, en «Cyrano de Bergerac», de Edmond Rostand

Un profesor enseña. Y eso lo hizo Joan López Casasnovas con convicción y entusiasmo toda su vida. Pero un maestro, como dice una buena amiga, simplemente, señala. A veces ni siquiera con palabras, solamente con su ejemplo. Con humildad, como sin querer hacerlo, con una sonrisa sincera y cómplice…

Quique Taltavull: bondad y perfección

Enric (Quique) Taltavull Anglada murió el 29 de agosto de 2015. También demasiado pronto, a los 59 años. Quique fue mi compañero de trabajo, editor y cámara de televisión. Compañero y amigo, un hombre puro de corazón y mente, atento, extremadamente amable, amante de la perfección en sus aspectos más minúsculos, humilde, alegre, enamorado de su familia, de la música, de la vida.

Cinco son las cosas principales que me enseñó. Bueno, cinco más una:

Nunca le escuché juzgar a nadie, ni hablar mal de nadie.

Sabía amar, porque amar significa dar, y él estaba siempre dispuesto a darlo todo. Compartía, participaba, colaboraba, ayudaba, siempre responsable y conscientemente, con todo el mundo.

La perfección definía todos sus gestos, sus obras, el trato con los demás… todo lo que hacía, hasta ponerte una taza de té. Quique siempre estaba y era, en todo momento, con todo el sentido de ambos verbos. Buscaba la perfección en todo, pero no la exigía a los demás. Era un regalo que él le hacía al mundo, pero sin ser consciente de ello.

Enric Taltavull Anglada.

Su fe movía montañas. Fe en los demás, en los proyectos compartidos, en el valor de la verdad, de la amistad… fe significa también fidelidad, y él era fiel a sí mismo y fiel a todo lo que le rodeaba.

Era humilde, quería pasar desapercibido, silenciosamente, pero su sonrisa brillaba demasiado, y su sentido del humor limpio, y su sencillez, su delicadeza, su optimismo, su alegría, su bondad… era imposible no verle.

La sexta cosa que me enseñó es que ser profundamente humano también implica tener miedo a veces, pero nunca dejar que el miedo apague la luz y te deje a oscuras. Y también, al final, aprendí que a veces hay que dejar de luchar, aceptar y prepararte. Vivir y morir digna, conscientemente.

¿No es maravilloso haber tenido a alguien así en tu vida?

Belarmino Menéndez: la resistencia

Belarmino Menéndez Álvarez murió el 26 de noviembre de 2017, con 88 años. Gracias a él estoy donde estoy, porque señalando, como buen maestro, de forma sutil y paciente, me llevó a conocer la Masonería y a querer ingresar en ella.

No había tenido una vida fácil, por eso pongo el foco en su principal enseñanza: la resistencia. Resistencia mental, de espíritu, de voluntad, resistencia ideológica, de valores y principios, resistencia de hombre que lleva barro en las manos, y sudor en la espalda y remordimientos en su alma. No es lo que ahora se llama «resiliencia», que es algo de despacho, de traje y corbata… es la resistencia de los luchadores de siempre, de los que están en el bando de los perdedores materiales, pero victoriosos en lo importante: la propia integridad.

Fue un hombre libre, algo que pocos pueden decir. Libre en el sentido de que llevaba consigo todo lo que necesitaba. Podía renunciar a todo lo demás.

Y en esa cualidad suya de hombre libre reside todo lo que fue, lo que hizo, lo que quiso, y también lo que no. Es su condición de hombre libre la que explica sus luces y sus sombras, lo que le hizo diferente, especial, incomprensible a veces.

Un hombre libre es aquél que entiende el concepto de libertad desde lo más profundo de su alma, y que lo adapta a dos límites inquebrantables: el respeto por la libertad del otro y la guía de la propia conciencia. Porque el auténtico partido de Belarmino fue siempre su conciencia, el compás y la escuadra que le llevaron por encima y más allá de cualquier moral convencional.

Belarmino Menéndez, con su collar del Grado 33 del Rito Escocés Antiguo y Aceptado.

Belarmino viajó por la vida ligero de equipaje, casi desnudo, desapegado de las cosas materiales. A veces, incluso, desapegado de las personas, algo difícil de comprender para quienes le querían y le quieren. La soledad es también a veces la compañera del hombre libre… una soledad interior que le permitió encararse a las grandes preguntas, a las grandes respuestas, a algo tan grande que apenas puede nombrarse, que difícilmente puede ser compartido… pero que buscó durante toda su vida –y espero que haya encontrado-. Para Belarmino el desapego no fue indiferencia, sino el profundo respeto por la autonomía del otro.

Belarmino vivió según el dictado de su pensamiento, y no al revés. Como los sabios de la antigüedad, supo renunciar cuando fue preciso, conoció el valor del sacrificio, de la disciplina, del estudio, también de la derrota… el valor de la Obediencia real y única, que debe ser a la propia conciencia.

Supo transmitir todo esto a quienes acudimos a él con preguntas sinceras. Y esa tarea nunca es fácil, ni tiene recompensa asegurada.

Cumplió esa máxima de los sabios de todos los tiempos: “Acepta con humildad todo lo que la vida te ofrezca”.

Fue un Obrero esforzado, disciplinado, que asumió su oficio -su deber- con alegría y sin esperar recompensas, trabajando bien por amor al trabajo bien hecho.

Todo su legado es, ahora, nuestro salario y también nuestro trabajo. Lo aprendido debe ser transmitido, para que no se rompa la cadena.

Joan, Quique, Belar… gracias por iluminar mi vida. Os tengo, siempre os tendré, muy presentes. Espero que os hayáis reencontrado al otro lado de la Puerta, y sigáis disfrutando de tertulias y amistad. Aquí, a este lado, se os echa mucho de menos. Hasta siempre.

2 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Me sap greu… però està bé. Una petita ofrena…

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  2. Avatar de Carme Vicens Carme Vicens dice:

    Conyo, m’has fet plorar!

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