¿Verdad que la espada es un elemento muy habitual en todo tipo de simbolismo? Entras en cualquier iglesia y ves muchas espadas, además, empuñadas por personajes nada sospechosos de ser malhechores o verdugos. San Pablo, el profeta Elías, Santo Tomás, Santa Bárbara, San Miguel y muchos otros, la llevan.En todas las tradiciones existe el símbolo de la espada, y como veremos, aunque pueda parecer que tiene significados muy distintos, no es así. Y ello se debe a que el símbolo señala siempre a una verdad, que puede ser explicada de modos distintos y con palabras o imágenes distintas, pero que siempre es una y la misma.
Espada viene del verbo griego σπαω (spao), que significa “arrancar”, “extirpar”, “extraer”, “dislocar”. Queda claro que es un elemento punzante, penetrante, cuya acción tiene efectos sustanciales, cruciales. Su raíz indoeuropea es spei-, que significa puntiagudo. Hablamos de esta raíz y de sus primas en La verde esperanza.
Según el “Diccionario de los Símbolos” de Alain Gheerbrant y Jean Chévalier, la espada es equiparable al sable en su simbolismo. Su significado primero y básico es el militar, el poder que destruye y construye, una herramienta que sirve para matar y conquistar, y también para establecer y mantener la paz y la justicia, algo que la relaciona también con la Fuerza.
Rayo y lluvia
Ese doble aspecto creador y destructor asocia la espada, simbólicamente, al Verbo, a la Palabra, como ocurre en el Apocalipsis, con la espada de dos filos que sale de la boca del cordero -llamado también el Hijo del Hombre-, con el fuego purificador de la verdad. La acción de la espada, simbólicamente, purifica, como el fuego.
Por eso está relacionada también con la luz y el relámpago, con el fuego, la luminosidad y la claridad, por su hoja centelleante. La espada nace de la centella, de la fuente misma de la luz, y es brillante como el sol. Como su poder es solar, da y quita la vida. De hecho, el rayo, la luz, la claridad, son parte de la actividad celeste y de la acción transformadora del cielo sobre la tierra. La luz del sol hace que todo germine y crezca, pero también puede quemar y matar.
Igualmente, es la espada del conocimiento, que rompe la oscuridad de la ignorancia o el mundo de los enredos. Aquí también estaría relacionada, por lo tanto, con la luz.
Templar una espada, siguiendo a Chévalier, es casar el agua y el fuego. Ya hemos visto su relación con el fuego y la luz, pero también es un símbolo relacionado con el agua más allá de su nacimiento en la forja, puesto que en China, dice, las espadas plantadas en el suelo o en una roca dan nacimiento a fuentes.
Y no solo en China, también en nuestra tradición hermética. De nuevo, es el simbolismo análogo al del rayo, que está vinculado a la producción de lluvia, como en el clarísimo caso de Zeus, el dios del rayo y de la lluvia. Y es que el fuego que proviene del cielo, y que es simbolizado por la espada, es fertilizante.
En China, también, a menudo la espada se transforma en un dragón, o bien surge de él. Y en la Alquimia, la espada también está relacionada con el dragón y con su gemelo simbólico, la serpiente, y es el arma que empuña el caballero que lucha contra el monstruo, igual que San Jorge o San Miguel (para saber más sobre esto puedes leer El dragón insomne).

Es un símbolo axial y polar, el eje de la balanza que lleva la Justicia, por ejemplo. Es el contacto vertical del cielo y la tierra, un simbolismo que comparte con la cruz.
La vara que también produce agua
La espada aparece a menudo asociada a otras armas o herramientas simbólicas. El caso más evidente, aunque no el único, es el de la espada asociada al cetro, vara o caduceo.
Hemos visto en el listado de significados simbólicos de la espada su asociación con el agua, hasta el punto de que la espada clavada en la tierra o en una roca hace surgir de ella una fuente, igual que su simbolismo análogo con el rayo y la producción de lluvia.
Eso es lo que hizo Moisés, algo también simbólico, y no con una espada, sino con una vara: golpear una roca para obtener agua. También tienen ese poder el cetro de la diosa Rea, el de la heroína Atalanta, el de la diosa Cibeles e incluso el caduceo del mismísimo Hermes, el padre de la ciencia hermética.
El cetro y la vara han sido siempre atributos del poder temporal, por eso el Emperador y la Emperatriz del Tarot, las cartas número 3 y 4, llevan, ella en la mano izquierda y él en la derecha, un cetro con la bola del mundo y una pequeña cruz en la cima… una cruz que les confiere algún poder más que el temporal.
El caduceo de Hermes
De hecho, según Fulcanelli, el caduceo no fue más que una simple varita en su origen, “cetro primitivo de algunos personajes sagrados o fabulosos pertenecientes a la tradición”, algunos de los cuales hemos nombrado. Todos ellos utilizan esa vara, ese bastón con poderes mágicos, entre otras cosas, para hacer brotar agua del suelo o de la roca. O sea, de algo seco.
El dios griego Hermes (el Mercurio romano) utilizó su bastón para separar a dos serpientes que se encontraban enzarzadas en una lucha a muerte, quedando luego esa vara con las dos serpientes enroscadas simbolizando los dos principios contrarios de la Alquimia -azufre y mercurio-, y también identificando al propio dios Hermes. Y es el símbolo que, precisamente, permanece y todavía hoy identifica a muchas farmacias, con una o dos serpientes, y con la copa ocupando el lugar del caduceo.

Pero lo más importante es lo que dice Fulcanelli al respecto de esa vara, bastón, varita, caduceo, espada:
“… los dos principios contrarios, activo y pasivo, fijo y volátil, en contacto con el mediador figurado por la varita mágica que es nuestro fuego secreto”.
Tenemos aquí nuevos atributos del símbolo, vara o espada: es un mediador entre los opuestos, algo que ya habíamos intuído antes, cuando lo ubicábamos como puente entre el cielo y la tierra; y además, es, dice Fulcanelli, el “fuego secreto” de los alquimistas, algo que tampoco nos sorprende puesto que está relacionada con el sol, el rayo, la luz y el mismo fuego, como hemos visto.
Sin embargo, que sea un fuego “secreto” quiere decir que está oculto, que no es conocido por todos y que su acción se produce de forma muy discreta.
La espada de la Justicia
La Justicia lleva una espada y una balanza y en ocasiones esos dos símbolos se funden en uno solo. Si no es así, empuña la espada en su mano derecha, y una balanza y un libro abierto en su mano izquierda. Fulcanelli la equipara con la Prudencia y la Sabiduría, y a ambas, con la propia Filosofía que para él es la Alquimia. Dice que la Filosofía…
“Permite penetrar la íntima complexión de las cosas, partiéndolas con la espada, descubriendo en ellas la presencia del ‘spiritus mundi’ del que hablan nuestros clásicos, el cual tiene el centro en el Sol y obtiene sus virtudes y su movimiento de la irradiación del astro”.
La espada es pues el arma simbólica principal de la que se sirve la Filosofía, la Alquimia, para conocer “las leyes generales, las reglas, el ritmo y las medidas que la Naturaleza observa en la elaboración, la evolución y la perfección de las cosas creadas”. La espada parte, penetra, transforma lo que está dentro; la balanza permite conocer las medidas de cada elemento.

Que la Justicia, sabia y prudente, equiparada con la misma Filosofía, lleve una espada en la mano derecha nos aclara de una vez el significado de este símbolo:
“En lo que concierne al valor práctico de los atributos de la Justicia, los cuales afectan al trabajo hermético, el estudiante encontrará por experiencia que la energía del espíritu universal tiene su representación en la espada, y que la espada tiene su correspondencia con el Sol en tanto que animador y modificador perpetuo de todas las sustancias corporales. Él es el único agente de las metamorfosis sucesivas de la materia original, objeto y fundamento del Magisterio. Por él, el mercurio se cambia en azufre, el azufre en elixir y el elixir en medicina”.
Las palabras de Fulcanelli son de una enorme trascendencia…
La espada y la vara en la logia
Y ahora que ya sabemos cuál es el simbolismo de la espada y la vara, veamos brevemente cuál es su papel dentro de una logia masónica. Diremos lo que podamos decir, pero no más.
La espada es una herramienta común dentro de una logia. Hay varias: la espada flamígera del Venerable Maestro, la espada del Experto, la espada del Guarda Templo, y las espadas que en algún momento dado del ritual, empuñan todos los asistentes. Hay una sola vara, la del Maestro de Ceremonias, contraparte del Experto.
En el fondo ambos elementos son lo mismo, o mejor dicho, aspectos distintos de lo mismo, lo que en la Gran Obra se llama el fijo y el volátil, el macho y la hembra, el principio activo y el pasivo, el caballero y el dragón, el azufre y el mercurio: los contrarios trabajando juntos.
La vara del mensajero, del peregrino, del dios Mercurio o Hermes, que guía la circulación dentro de la logia -lo que hace el Maestro de Ceremonias-, realiza la conexión axial, es la que durante una larga etapa de los trabajos llevará la delantera porque su labor es despertar, disolver, remover. Hacer los preparativos de la materia para que ésta, una vez preparada, sea receptiva y fecunda. Así, junta lo de arriba con lo de abajo. La materia, en este caso concreto, son los masones que están dentro de la logia, ubicados y dispuestos. En la Alquimia, esa materia es la misteriosa primera materia, que es simbolizada por las vírgenes negras.
La vara del Maestro de Ceremonias simboliza la dinámica, el contacto permanente entre lo que está arriba y lo que está abajo, igual que Hermes/Mercurio era el mensajero alado de los dioses.
La espada tiene otro cometido, derivado y relacionado con el de la vara: debe penetrar, extraer y empezar a transformar, por eso es el Experto quien dispone, al ser abiertos los trabajos, el Libro de la Ley Sagrada, y es él quien extiende o dibuja el cuadro del grado, que simboliza las tareas pendientes del día, con sus indicaciones y medidas, siguiendo el plano del Arquitecto.
La espada del Experto representa la misma fuerza, la misma potencia, la misma acción transformadora que la espada flamígera del Venerable Maestro -la del fuego celeste, como el mismísimo rayo de Zeus-, solo que ya encarnada en la materia (sobre el pavimento mosaico de la logia), trabajando en su interior.
La voluntad superior
Así pues, la espada representa a ese agente ígneo, “principio espiritual y base de la energética”, dice Fulcanelli, bajo cuya influencia se operan todas las transformaciones materiales.
Ese espíritu es la voluntad superior de la que hemos hablado a veces, el dinamismo escondido de las cosas. El que hace, porque falta, que juntando tanino, alcohol y agua no podamos obtener vino, o que juntando una molécula de oxígeno a dos de hidrógeno no podamos obtener agua… y si su existencia, si su presencia y su actividad ya nos parecen mágicas, no lo es menos el hecho evidente de que esa voluntad superior necesite de la mano del artista, como sinónimo del obrero iniciado, el que se dedica al Arte, a la Gran Obra – o sea, nuestra mano-, para conseguir que la naturaleza desarrolle todo su potencial y llegue a un destino que no puede alcanzar sola.

Eso es lo que los masones celebran en el solsticio de verano, y por lo que el solsticio ha sido celebrado desde la antigüedad: cómo, gracias a la naturaleza y a la mano del hombre, la uva se convierte en vino y el grano, en pan. Y la materia bruta, en piedra filosofal.
La materia, sin ese fuego celeste, está muerta. Como una madera seca, o un cadáver, o como una logia antes de abrir sus trabajos. Se necesita una fuerza especial que rompa esa inercia mortal y la haga revivir. Es necesario comunicar a la materia inerte ese dinamismo que proviene de arriba y que la hace resucitar, regenerarse y transformarse, lo mismo que sucede en el crisol alquímico.
Eso es también lo que hacen los masones, en logia, con el metal y la madera: con la espada flamígera y el mallete del Venerable Maestro; con la espada del Experto y la vara del Maestro de Ceremonias. Al abrir los trabajos, en la logia se reproduce un pequeño Génesis, en que las fuerzas celestes actúan sobre la materia inerte y la hacen revivir, sublimándola y transformándola. Como ocurre en la Alquimia.
Como ocurre en la naturaleza, con la disolución y la coagulación y la regeneración de la vida, que nunca muere.
Con la ayuda de:
- “Diccionario de los símbolos”, Jean Chévalier/Alair Gheerbrant, Herder 1986.
- “Las moradas filosofales”, Fulcanelli, Plaza & Janés, 2000 (pdf)
- “Le Mystère des Cathedrales”, Fulcanelli, Jean-Jacques Pauvert (pdf)
- “Diccionario griego-español”, Florencio I. Sebastián Yarza, Áurea 2017.
- “Le Grand Bailly, dictionnaire Grac-Français”, Anatole Baily, Hachette 2017.
