Algunos de vosotros conocéis las fiestas de Sant Joan que se celebran en Ciutadella cada 23 y 24 de junio, en honor del Bautista quien, por cierto, no es el patrón de la localidad. De quien sí es el patrón Juan el Bautista, igual que su tocayo Juan el Evangelista, es de los iniciados: los dos Juanes, herederos del dios romano de las dos caras, Jano. De su nombre procede el mes de enero, primer mes del año, porque viene del latín ianua, que significa puerta.
Los dos Juanes marcan, en el calendario astronómico, los dos solsticios, el de verano con el Bautista, el 24 de junio (en realidad es el 21), y el de invierno con el Evangelista, el 21 de diciembre, una fiesta profana que luego se confundió con la Natalidad de Cristo, figurado como el Sol, el día 25. Como sabréis, los solsticios marcan el punto más alto y más bajo del Sol en el cielo en su viaje anual. El de verano marca el día más largo del año, a partir del cual la luz solar diaria se va reduciendo poco a poco, hasta el día más corto del año, en el solsticio de invierno, a partir de cuando, de nuevo, el día vuelve a crecer.
Contrariamente a lo que parece, la luz solar crece en invierno y mengua en verano, a partir del 21 de junio.
En este viaje anual, el Sol va trazando la figura de la doble elipse, un 8 dibujado en horizontal, el símbolo que designa el infinito…
Pero volvamos a Ciutadella y al solsticio de verano, en el que nos encontramos, hoy martes 21 de junio.
Reconocer
La fiesta de Sant Joan que se celebra en mi pueblo viene de lejos y va lejos… y a pesar de ello, no son muchas las personas que conocen realmente su origen y su significado. Quienes lo tienen más fácil son, sin duda, los iniciados… simplemente porque pueden reconocer, en sus colores, en lo que representan sus protagonistas, en sus protocolos, en sus actos fundacionales, algo que conocen perfectamente: la celebración del solsticio de verano por parte de un grupo de iniciados como ellos. El solsticio – tanto de verano como de invierno- se celebra en todas las logias masónicas, por ejemplo.
Algunos dicen que las fiestas de Sant Joan tienen simbología masónica. Eso no es realmente así. Lo que ocurre es que la Masonería y las fiestas de Sant Joan beben de un simbolismo común, que es el lenguaje iniciático de nuestra tradición occidental. La Masonería ha conservado esos símbolos y los sigue estudiando y transmitiendo, mientras que en las fiestas de Sant Joan esos mismos símbolos se han conservado gracias al respeto que muchas generaciones han tenido por el legado de sus padres. Los símbolos son los mismos, significan lo mismo, pretenden lo mismo… pero en la Masonería se utilizan aún hoy de forma consciente mientras que en la fiesta son las pistas que nos pueden llevar a su origen y que nos informan del quién, del por qué y del cómo.
Preguntar
Si preguntáis, os dirán que son payeses los que montan esos magníficos caballos negros de origen bereber y raza menorquina, y también los de otros colores y razas… Y es verdad, los cavallers son payeses, han de serlo, jóvenes y viejos. También os dirán que siempre lo han sido, pero eso ya no es verdad. Cuando la fiesta empezó, en el 1287, no eran payeses armados los que salían extramuros a caballo en la víspera del día de Sant Joan.
Os dirán que cuando se dirigen a la ermita rural de Sant Joan de Missa, justo en la víspera, van a agradecer las cosechas y a cantar Completas, la oración del final del día. Y es cierto, es lo que hacen ahora y desde hace mucho, pero no siempre ha sido así.
Os dirán también, si preguntáis, que la Junta de Caixers representa a los miembros de la Obrería que se hacía cargo del mantenimiento de la ermita rural, y eso fue así, efectivamente, a partir de un momento histórico, pero no cuando en 1287 se inició la fiesta a raíz de la conquista de Menorca por el rey Alfonso III y sus caballeros pertenecientes a distintas órdenes de caballería.
Intuir
Que el acto que se vive en la pequeña ermita rural sea para agradecer las cosechas a San Juan Bautista tiene poco sentido: el patrón de las gentes del campo es San Isidro Labrador, también en Menorca, que se celebra el 15 de mayo. ¿Por qué agradecerle las cosechas al patrón de los iniciados justo en el solsticio?
En realidad, todo el mundo ha cerrado los ojos al significado de los símbolos, aunque, ignorándolos, sí que reconocen su belleza estética. La Historia, como todas las ciencias, se basa en pruebas tangibles, los indicios, el simbolismo, la analogía e incluso la lógica, pocas veces consiguen abrirse camino a través de los archivos históricos. Sólo los iniciados tenemos la fortuna de saber mirar, ver y reconocer lo que muestra esta fiesta tan increíble que se ha conservado gracias, en gran parte, a la ignorancia, pero también al respeto por una tradición heredada, por unas vías trazadas que cada generación ha conservado y transmitido a la siguiente, a pesar de no conocer su significado. Al menos hasta hoy, momento en que la ignorancia y la soberbia, juntas, amenazan todo legado incomprendido.
Simbolizar
Los iniciados y las personas con intuición y poco apegadas a los dogmas históricos, sí que saben -o pueden saber- qué nos están diciendo los cavallers y los caixers cuando:
Visten de blanco y negro.

Colocan los adornos de sus caballos de forma correcta: en el pecho, corazón o cruz; en la frente, una estrella o un círculo con un espejo en el centro. De hecho, el adorno que lleva el caballo en la frente se llama estel, estrella.

Se ordenan siempre de menor a mayor, tanto cuando van a caballo como cuando desmontan y van a pie o bien se sientan.

Los cavallers siguen llevando espada corta, espasí, aún siendo verdad que ahora son payeses en activo, para quienes ese arma realmente tiene poca utilidad, tanto en la fiesta como en su día a día.
Todos ellos, que forman la qualcada (cabalgata), marchan bajo una bandera roja con la cruz de Malta, la cruz de ocho puntas o de las Bienaventuranzas, que fue añadida posteriormente como pendón.

Compartir la Luz
En el acto principal, fundacional, de la fiesta, en la ermita de Sant Joan de Missa, se reparten pequeñas candelas con la luz que es tomada de una fuente común, y cada uno la conserva aún fuera del templo.
Cabalgan bajo la protección del Bautista, patrón de los iniciados, los que buscan, por cierto, la Luz. La ermita estuvo inicialmente dedicada a Juan el Evangelista. Pero nunca lo ha estado a San Isidro, patrón del campo.

Los cavallers o payeses van precedidos por los miembros de la Junta de Caixers, formada por: un caballero, que preside la comitiva (llamado Caixer Senyor); un maestro artesano (Caixer Menestral o Casat); un aprendiz que cada dos años es alternativamente del campo o de un oficio artesanal y es quien lleva la bandera (Caixer Fadrí, porque al ser aprendiz, era soltero); dos payeses que representan a los predios del norte y del sur del término municipal de Ciutadella y son quienes vigilan y transmiten las indicaciones del presidente a los demás (Caixer Pagès de Tramuntana i Caixer Pagès de Migjorn); y en último lugar, un clérigo (llamado Sa Capellana, en femenino).
S’Homo des Be
El domingo antes de la fiesta, los miembros de la Junta de Caixers salen a pie con una figura llamada S’Homo des Be (literalmente, el hombre del cordero), un payés que va vestido con pieles de cordero y cargado con uno a hombros: un animal blanco y reluciente adornado con claveles y lazos de colores, que ha sido lavado cientos de veces para que luzca así.
A pesar de que si preguntáis os dirán que ese hombre que va descalzo y ataviado con pieles simboliza al Bautista, nunca se le da ese nombre, sino el genérico de Homo des Be… Recuerda en realidad a la figura del Buen Pastor, tanto en el atuendo como en ese nombre tan poco propio del santo que se celebra.

La qualcada, la cabalgata, formada por más de 140 caballos con sus jinetes, se mueve siempre hacia la derecha. Lo mismo hacen cuando desmontan y van a pie.
Realizan 3 caragols (literalmente, caracoles), o sea, circuitos en espiral, en varios puntos de la Ciutadella medieval.
El libro
Todo lo hacen sujetos a unos protocolos muy detallados aunque bastante oscuros, que, se dice, están escritos en el muy secreto “Llibre de ses 7 sivelles”, un libro misterioso cerrado por siete sellos.
Sólo los iniciados conocedores del simbolismo pueden reconocer lo que ese grupo de hombres, a caballo y a pie, nos está contando aún sin saberlo. Simplemente porque hacen lo que tienen que hacer, lo que manda la tradición, lo que les legaron sus ancestros. Así la sienten y la viven por generaciones, repitiendo gestos, palabras, actos, sin preguntarse por qué y sin atreverse a improvisar, a innovar, a tener ocurrencias… el respeto por la tradición es demasiado grande, al menos, así ha sido hasta ahora.
Miles y miles de personas celebran la fiesta, aplauden a los cavallers, disfrutan y se abrazan, sin saber realmente lo que se celebra.
Decenas de historiadores recopilan documentos y datos para no sacar ninguna conclusión y ni siquiera intuir la verdad: los turcos saquearon Ciutadella en 1558 y quemaron los archivos… la coartada perfecta para no saber, no ver, no oír y quedarse con la obviedad de que es una fiesta de origen religioso y caballeresco, lo cual es cierto.
La verdad
Todos piensan que Sant Joan es tan especial por las emociones que desata, por los sentimientos. Eso es lo que cada uno percibe. Pero en realidad, es así porque todo Sant Joan es un símbolo.
Primero, porque hace honor a algo que conocemos bien: la Belleza, y ya sabemos que no se trata de algo estético o de un mero adorno.
Y segundo, porque como símbolo, muestra la verdad, señala a las cosas fundamentales y remite a un trabajo y un objetivo que quienes iniciaron la fiesta a finales del s. XIII conocían bien.
Todo eso es lo que miles de personas intuyen de lejos, reverencian, celebran sin saber qué es… no puede esconderse del todo. Ocurre muchas veces con la cultura popular, que se ha convertido en un conservatorio inmenso de simbología y tradición sin que nadie sea consciente de ello o, precisamente, gracias a esa ignorancia.
Símbolos y legado
Y esto puede ser así gracias a los símbolos, que viajan entre las épocas, que nos religan con la verdad que llevamos dentro y espera ser re-des-cubierta, re-cordada, re-ligada. Los símbolos nos reúnen con las generaciones pasadas, con los iniciados que, antes que nosotros, estudiaron, contemplaron y se maravillaron con esos mismos símbolos y la verdad a la que señalan. Y también con las generaciones de personas que han respetado la tradición aún sin entenderla, simplemente porque era su deber y su legado.
En el fondo, solo hay un secreto. Y de él hablan, oscuramente, todas las tradiciones. Y es pequeño, aunque sea muy grande. Y lo representa ese corderito, dulcemente dormido o velando con paciencia sobre un libro cerrado con siete sellos, como el Apocalipsis -escrito, por cierto, por Juan el Evangelista-, y llevando en su patita la oriflama de la resurrección.

