No sé si alguna vez le habéis dado vueltas al concepto de «cuidar». Pienso que es una de las pruebas que nos pone la vida que dice más de nosotros… porque el verbo cuidar es inmenso, va mucho más allá de lo que habitualmente pensamos y de repente se convierte casi casi en una definición integral de lo que somos, de cómo somos, de cuál es nuestra actitud en el mundo, frente a nosotros mismos y frente a los demás, frente a todo lo que nos rodea. Casi nada.
Según la RAE, cuidar es «poner diligencia, atención y solicitud en la ejecución de algo», y también, asistir, guardar, conservar, y atención a esto: discurrir y pensar. Cuidar viene del verbo latino cogitare, que significa nada más y nada menos que «pensar».
Un poco de etimología
El sustantivo, cuidado, cogitatus, equivale a «reflexión, interés, pensamiento», y ambas palabras se forman con el prefijo co-, que significa acción conjunta, más el verbo agitare, que significa «agitar, dar vueltas, poner en movimiento». También es familia del verbo agere, que es «llevar adelante, hacer avanzar, mover, actuar, conducir». Cuando cuidamos ponemos algo en movimiento, juntos.
Es sorprendente que un verbo que nosotros relacionaríamos con los sentimientos, cuidar, tenga tanto que ver con el pensamiento y la reflexión, ¿verdad?
La raíz indoeuropea de la que procede es ag-, que da muchas palabras que significan conducir, guiar, llevar, agarrar, considerar, sopesar. Por ahí viene esa reflexión que nos sorprende un poco.
Así, cuidar viene de agere, que es llevar adelante, mover, actuar, conducir, guiar, y también de su derivado cogito, que es pensar, y que en la Edad Media se utilizó con la acepción de «prestar», de donde procede la expresión «prestar atención». Y como quien no quiere la cosa, del pensamiento y la reflexión, actuar, mover, guiar, hemos pasado a la atención, el ingrediente imprescindible.
Queda claro que es un verbo fundamental, que está en el fundamento de lo que somos y lo que es el mundo. Que nos define.
Olvidar, desatender
Perdonad esta larga introducción, pero es que las palabras siempre nos dicen cosas más allá de la literalidad, o más allá del uso que en este momento de la historia les demos. Y normalmente nos hablan siempre de relaciones, a veces con nosotros mismos, a veces con los demás o con el mundo, y a veces también con lo invisible.
Y los contrarios de cuidar, que también dicen mucho de una palabra, serían descuidar, desatender, olvidar… Suena a desamor, ¿verdad? A desamor del de verdad, del que duele y deja heridas profundas y vitales… suena a egoísmo, a individualismo, a relacionarnos con los demás y con lo que nos rodea a través del verbo «utilizar» más que del verbo «cuidar». A practicar la indiferencia.
La atención
Poner cuidado en lo que hacemos, centrar en ello nuestra atención, nos acerca a la delicadeza, a la belleza y a la perfección, conceptos de los que ya hemos hablado en otras entradas de este blog.
Hacer algo sin estar atento y pretender que salga bien es un poco absurdo. La atención nos fija en el presente, en el aquí y ahora de lo que estamos haciendo, con todo nuestro potencial a disposición de esa tarea, sea sencilla o complicada, da igual. En realidad, la tarea se beneficia de nuestra atención, pero pienso que somos nosotros los principales beneficiarios porque esa atención nos permite ser conscientes, plenamente, aunque sea por espacio de un minuto… algo que nuestra actual forma de vivir no nos pone fácil.
Cuando se trata de cuidar, de pensar, de guiar, conservar, llevar adelante, pocas veces podemos hacerlo sin la atención completa, es como si fueran las dos caras de la misma moneda. No puedes cuidar de algo a lo que no prestas atención… y si estás atento a algo, o a alguien, no podrás no cuidarlo… Cuidar de algo o de alguien es amarlo con un sentido de la responsabilidad y del deber que penetra todas tus fibras, que quizá no sepas explicar, pero que otorga una paz y una satisfacción que no son fáciles de experimentar en otras situaciones.
El deber
Llegamos a la vida necesitados de cuidados, y eso equivale a decir atención y amor, pero a medida que crecemos hemos de aprender a cuidar de nosotros mismos y a cuidar a los demás, a devolver la atención y el cuidado que nos han prestado, a otros seres.
En esta telaraña en la que vivimos, con conexiones visibles e invisibles, el cuidado de todos por todos es imprescindible para la supervivencia y la felicidad. Pero todavía no somos conscientes de ello, estamos ocupados más que atentos, o incluso preocupados, siempre vamos con prisas, y la atención y el cuidado requieren tiempo. Vamos a cumplir con el expediente y a otra cosa. Nos conformamos con migas de lo que podría ser, de lo que podríamos ser. Pero ni el amor ni la responsabilidad se miden a trocitos. Uno no dice «cuido hasta aquí, y a partir de aquí, ya no cuido más». Me temo que son categorías absolutas, cuidar, amar, prestar atención… o sí o no, no cuidas un poco, o amas un poco, o estás un poco atento.
Y si lo haces, el resultado no será gran cosa.
El esfuerzo
La atención es en realidad un gran esfuerzo, ¿verdad? Te exige mucho durante todo el rato. Pero también la satisfacción que devuelve es grande, y grande es el bienestar que otorga a quien recibe ese cuidado.
¿Pasamos por la vida cuidando? Porque sabemos que llegará un día, si la muerte no nos reclama antes, en que necesitaremos, de nuevo, atención y cuidados, como cuando llegamos a este mundo. Y es que en eso consiste: en dar y recibir, necesitar y devolver… si fuésemos conscientes de ello, quizá todo sería más fácil.
Nuestras puntadas son necesarias en ese gran tapiz que tejemos entre todos, y como me decía un amigo, hay momentos de la vida en que cuidar le da todo el sentido, cuidar porque es lo que queremos y debemos hacer, porque es devolver la atención que recibimos, porque amamos, porque somos necesarios, porque no hacerlo no es opción, así de simple, sin dramas y sin teatro.
Claro que eso le da sentido a la vida. Porque los demás, lo demás, es lo que da sentido a todas las vidas… no uno mismo, sino lo otro y la relación que somos capaces de establecer con todo lo que nos rodea, personas, animales, árboles, estrellas…
