Un amigo me dice, a raíz de la última entrada «El miedo a saber«, que no tiene claro cómo interpretar la post data de ese texto, cómo interpretar eso de «no querer convencer» a la vez que señalar la puerta y decir «que sí que es posible [aunque parezca que no]… y mantenerse callada». Y añade: «Como si importara después de señalar la puerta!!!».
Sí que importa…
La queja de mi amigo es muy comprensible. No es fácil solo señalar la puerta, y aunque es lo que intento en este blog, en todas las entradas, está claro que no siempre lo consigo. A veces sabe a poco, o no doy con la fórmula. Hablar de cuestiones complicadas como las que tratamos aquí sin poder explicarlas completamente puede dejar en el lector una sensación agridulce, o directamente amarga. Y no puedo explicarlas completamente por dos motivos: uno, porque no debo. Y dos, porque estoy en el camino, buscando, preguntándome, encontrando a veces y compartiendo lo que puedo de todo ello… pero no tengo todas las respuestas, ni siquiera la mitad.
Ante la queja de mi amigo, que es más explorador que buscador y a pesar de lo cual me lee, cosa que le agradezco mucho, mi respuesta solo puede ser esta: que en esto es en lo que consiste realmente… en señalar la puerta y callarse. La otra persona — tú, lector– decide si se atreve a mirar por la cerradura, a abrirla y meter la nariz, a atravesarla y entrar haya lo que haya al otro lado, o bien si sale corriendo en la dirección contraria. Solo eso puedo y debo hacer, si hago más, me estoy equivocando y seguramente contraviniendo algún juramento… y si lo hago mal, tampoco consigo el objetivo y, encima, dejo por el camino a algún lector/amigo frustrado.
Solo señalar
Una Querida Hermana de mi logia siempre dice esto: «El Maestro no debe enseñar nada, solo señalar». Y tiene toda la razón. Esto no quiere decir que yo piense que soy un maestro. Ella se refiere al tercer grado que confiere la Masonería, que efectivamente es el de Maestro, después de haber sido Aprendiz y Compañero, y aunque tengamos claro que somos aprendices toda la vida. Ser Maestro Masón te obliga a una serie de cosas y de hecho, es un grado con más deberes que derechos… Sobre todo, tiene que ser un ejemplo para los demás y su deber es, precisamente, señalar la puerta, las puertas, para que aprendices y compañeros tomen sus propias decisiones y emprendan su camino, pero tengan una referencia confiable.
Mucha gente entra en la Masonería esperando que allí dentro encontrará a alguien que le tome de la mano y le diga dónde pisar, por dónde ir, qué leer, cómo avanzar… todos buscamos seguridad y guía. Pero en realidad, allí dentro nadie te dice dónde pisar. Si trabajas y estás atento, encuentras las pistas. El trabajo de tus Hermanos puede confirmarlas. Pero nadie te dice qué pensar de lo que observes o estudies. Dejas que el lenguaje simbólico te penetre y te lleve, te haces poroso, confías, te haces preguntas e intentas encontrar las respuestas. El camino lo haces solo en realidad, nadie puede andarlo por ti. Pero la fraternidad y el trabajo de los demás te ayudan si ves y escuchas, si trabajas y perseveras, si estás atento y dejas que fluya.
Un camino intransferible
Ese es el sentido del trabajo iniciático, que se define por la introspección y, también, por la soledad ante las grandes decisiones. Nadie puede hacerlo por ti, no sirve de nada que alguien te cuente cuáles han sido sus experiencias o cómo realizó sus primeros pasos, en qué momento del camino se encuentra, qué ha descubierto… no sirve de nada transformador, quiero decir, todo esto puede dar lugar a una conversación curiosa e interesante, y es parte del aprendizaje común, pero en realidad nada de lo que otro te cuente sobre su viaje te servirá realmente para conseguir tu objetivo, que es tu transformación en la mejor versión de ti mismo, la evolución del ser humano, el ir más allá de la materialidad de este mundo y conocer cómo funciona. Eso lo haces tú.
Por eso le decía a mi amigo que solo cabe señalar la puerta y callarse. Si la otra persona decide atravesarla, puedes estar a su lado y acompañarle, compartir, señalar otras puertas con el objetivo de ser ese referente confiable, esa guía que simplemente está ahí por si es necesaria en algún momento, más como un ejemplo que otra cosa. Pero el camino, su camino, es de él y de nadie más. Y si la persona decide no entrar y quedarse mirando la puerta desde fuera, no hay nada más que puedas hacer… no te está permitido hablarle abiertamente de lo que hay al otro lado, aunque sí puedes ir dejando pistas, migas en el camino, por si en algún momento cambia de opinión y se decide a entrar. No podría ser de ninguna otra manera y a la vez, ser verdadero.
La puerta está dentro de cada uno
Lo importante, y lo que habitualmente ignoramos, es que todos podemos hacerlo. Es como lo que ocurre con el Reiki, del que hablábamos en la entrada «Sobre Reiki, Zeus y el mercurio«: todo el mundo puede dar Reiki, es algo que está al alcance de todos con un sencillo aprendizaje. Igualmente, todo el mundo puede penetrar a través de esa puerta y empezar a conocer lo que hay al otro lado. Ni siquiera depende de que uno sea un intelectual, o un erudito, o tenga estudios universitarios… la verdad no puede depender de nada de eso. Está dentro de todos y cada uno de nosotros y se trata de establecer una conexión.
Aunque el camino se hace solo, es recomendable acercarse a una escuela iniciática fiable, sobre todo para evitar perderse y malgastar el tiempo, y para no caer en manos de charlatanes. Y también porque el provecho que se obtiene de compartir fraternalmente el trabajo y sus resultados es muy enriquecedor.
Así pues, queridos lectores, exploradores y buscadores, amigos, no quiero convenceros de nada. Quiero, solamente, señalar una puerta, como la señala en la imagen que ilustra esta entrada San Juan Bautista –patrón de los iniciados, por cierto–, en el maravilloso cuadro de Leonardo da Vinci que puede verse en el Louvre. Señalar la puerta y callar. Aunque esto genere frustración y hasta, quizás, cierta desconfianza.
Si confiáis y dais el primer paso seréis recompensados, porque es cierto eso de que «si buscas, hallarás».

