Lo del amor

Lo sé, lo he leído mil veces y sé que es así. Lo dicen todos los sabios, los místicos, los maestros del zen, los sufis y todas las tradiciones auténticas que todavía hoy, por suerte, podemos conocer y aprehender. Desde la conocida frase de Francisco de Asís: «El amor es la respuesta a todas las preguntas«, hasta la no menos conocida frase de Rumi: «El astrolabio de los misterios de Dios es el amor«.

¿Dos tipos de amor?

Claro, el amor… ¿Pero, qué amor? Porque no sé si se habla en estas frases del amor sensible de las emociones, el único que conocemos la gran mayoría de personas… en las frases de este tipo, que han pronunciado acertadamente personas que se han ocupado de lo humano y lo divino, se habla del amor en mayúsculas, del amor todo, del amor unidad, de un amor que se eleva tanto que puede equipararse al conocimiento de Dios… Es como si existiesen dos tipos de amor, el Amor-Todo y el amor-pequeño. Y aunque lo entiendo, quizá no sean tan excluyentes y simplemente el segundo sea una especie de preparación para el primero…

Y, me pregunto, ¿no podríamos valorar y desarrollar ambos a la vez? Porque estando como estamos, viendo lo que vemos, y más en estos días en que de nuevo estamos sobrecogidos por la falta de amor en el mundo, me parece triste negar o minusvalorar el amor sensible de nuestras emociones, nuestros sentimientos hacia las personas especiales que se cruzan en nuestra vida, incluso nuestro amor por los animales, o por un lugar concreto, o por un jardín o un árbol… creo que todo el amor tiene valor y debe ser defendido, sin ponernos muy exquisitos. Porque sospecho que sin el uno, difícilmente llegaremos al otro, y mientras tanto, seremos como exiliados, perdidos en la noche fría de un país extraño.

¡Amar es urgente y necesario!

Es bonita la etimología de la palabra «amor», porque viene de la raíz indoeuropea amma-, origen de cómo los niños llaman a las mamás en prácticamente todos los idiomas. La palabra latina amor, como su derivado amare, proviene de las caricias de la madre. El amor es el efecto de amar, lo que se produce, lo que surge, al amar… y todos sabemos que acariciar es uno de sus signos exteriores.

Estoy leyendo a Aldous Huxley en «La filosofía perenne», y me enfado a ratos con él. «Donde no hay amor desinteresado hay solo tendencioso amor propio«… Sí, es cierto, totalmente… El problema es que Huxley y muchos otros, que saben mucho y entiendo que van más al fondo, para defender la necesidad de un amor que trascienda ese amor sensible que sentimos por algunas personas y vaya hacia algo más grande, parecen despreciar, minusvalorar ese amor «pequeño» que en muchos casos es el único que conocemos, que cultivamos, que nos hace felices y nos reconcilia con el mundo. Por supuesto, este amor humano ha de ser también desinteresado… pero es que si no lo es, no es amor en realidad.

La maltratada caridad

Ese amor que va más allá lo identifican con la «caridad», una palabra hermosa que a menudo ha sido manipulada e incomprendida y que en absoluto significa «dar limosna».

«La caridad es desinteresada, no busca recompensa, ni se permite disminuir cuando recibe mal por bien«, dice Huxley. En la caridad ven buena voluntad, generosidad, desinterés, un acto de voluntad alejado de la emoción, negación del yo… ese Amor-Todo del que hablábamos, y sé que todo eso es bueno y cierto, pero, ¿por qué el amor sensible de las emociones es algo menos importante? También puede tener todos esos atributos… porque si no los tiene no es amor, es algo distinto que solemos confundir, desorientados como estamos tantas veces.

El yo

Dicen, sin embargo, que no es lo mismo porque «como todas las demás emociones del corazón, el amor sensible intensifica el yo que es el obstáculo final en el camino hacia la reunificación de las almas«. Pero, entendiendo lo que quieren decir… ¿Por qué el amor que sentimos las personas por algunas otras personas es inferior y entorpece en lugar de colaborar?

Es cierto que hay mucha literatura barata en torno al amor, y que muchas veces estamos confundidos, que les estamos dando demasiada importancia a las emociones y las estamos entronizando peligrosamente por encima de la razón y de otras herramientas superiores de que disponemos los humanos (intuición, inteligencia, voluntad…), pero, si no nos amamos aquí y ahora, ¿cómo vamos a esperar amar a Dios un día, que es como decir convertirnos nosotros mismos en amor?

Entiendo que el objetivo es serlo, no solo sentirlo, porque buscamos la reunificación de todo y sentir implica separación: yo, el que siente, y el objeto por el que siento. Pero estamos aquí, después de todo, en este mundo dual que nos condiciona. Y el amor es tan necesario…

«El amor es infalible; no tiene errores, pues todos los errores son faltas de amor»

William Law (citado por Huxley)

Cierto, cierto en nuestra vida, en nuestro día a día, porque es verdad que este yo pequeño y egoísta se entromete muchas veces y nos mete por atajos impracticables. Pero eso no le quita valor al amor «de a pie», al amor que sentimos por las personas especiales que se han cruzado en nuestro camino.

Claro, sé que «todos somos especiales», que el amor trascendente tiene que ir más allá de esa especificidad, porque es verdad que todos somos lo mismo, que todos estamos conectados y somos, realmente, hermanos… y no solo las personas entre nosotros, sino con todos los seres de este mundo, como también decía Francisco de Asís. Todos los seres comparten la chispa que les hace vivir, todos merecen respeto y consideración.

O se ama o no se ama

Pero con mayor motivo me parece que si uno no practica con el amor sensible y se familiariza con él, le será más difícil, quizás, un día, elevar ese sentimiento a una categoría superior… Después de todo, o se ama o no se ama. No se ama un poco, como no se ama mucho…

«Solo podemos amar lo que conocemos, y nunca podemos conocer completamente lo que amamos. El amor es un modo de conocimiento, y cuando el amor es lo bastante desinteresado y lo bastante intenso, el conocimiento se convierte en conocimiento unitivo y así adquiere la cualidad de infalibilidad»

Aldous Huxley

En eso estoy totalmente de acuerdo, porque a fin de cuentas el amor es amor, al margen de cuál sea el objeto de ese amor… amas lo que conoces, no puedes amar aquello que desconoces, y, en cambio, nunca llegarás a conocer totalmente aquello que amas. Pero eso es parte de la aventura del amor, de todo amor, también del amor sensible que conocemos, en que uno se llena y es feliz más por lo que da, por el hecho de amar, que por lo que recibe, por el hecho de ser amado. Eso no es egoísta, ni es interesado, ni potencia el ego… porque si lo hace, repito, no es amor.

El prójimo

¿Es posible amar al prójimo como a ti mismo? ¡Qué gran encargo y qué difícil de cumplir! Recordemos que «el prójimo» es todo el mundo, no solo tus amigos o quien te gusta o quien te cae bien… también quien te molesta o te resulta despreciable es «el prójimo».

Sin duda eso es muy difícil, y creo que muy pocos llegan a ese grado de amor… la mayoría nos conformamos con, al menos, no desearle el mal a nadie, ni a ese prójimo de la parte oscura. Y creo que ya es un gran avance.

Ese prójimo de la parte oscura también tiene un papel que cumplir, una misión. ¿No habéis pensado a veces que las personas que más te dañan o te perjudican también te enseñan algo? Si la vida es como un largo día de escuela, y estoy convencida de que lo es, todo sirve para el único fin: la evolución (de materia y espíritu, juntos), el crecimiento, el desarrollo completo de todo nuestro potencial. Sin el mal tampoco existiría el bien. Y este mundo está fundamentado en la dualidad, en los contrarios que se repelen y, también, se complementan.

El deseo

Amar se funda en la voluntad, sí, y en la ternura, la bondad, la amabilidad… también en la razón, y en la humildad, y el desapego… amamos en la justicia, y en la fortaleza del alma, y en el desprendimiento, y en la esperanza… quien ama no devuelve mal por mal… y todo esto está muy bien, no se trata de un amor inferior ni degradado… pero aquí interviene el deseo, y claro, ya la hemos liado.

Porque para todas las tradiciones el deseo es un problema a controlar, causa de infelicidad y de otras esclavitudes… sin embargo, y ya hemos hablado de ello en otras entradas de este blog («Mientras dure el fuego«), una humanidad sin deseo se habría extinguido hace mucho… por lo tanto, tan malo no será, siempre que, como todas las fuerzas que son generativas y destructivas a la vez, esté bajo control.

Es curioso porque de ahí parte la idea del celibato de las personas que entregan su vida a Dios en varias religiones. El problema es que parten del objetivo máximo, la unión espiritual con Dios y la muerte del ego, y plantean a seres humanos que no están en ese estadio de pureza y perfección unas condiciones físicas y emocionales que resultan crueles, inapropiadas y contrarias a su desarrollo como seres humanos y, por lo tanto, contrarias también a su auténtico desarrollo espiritual. Lo complicamos demasiado. Aspirando al máximo en la teoría, negamos el mínimo en la realidad y el resultado de la ecuación es el desastre.

Fusión de almas

Me gusta, por encima de todos, lo que dice Ibn Hazm sobre el amor:

«Mi parecer es que consiste en la unión entre partes de almas que, en este mundo creado, andan divididas, en relación a como primero eran en su elevada esencia»

Ibn Hazm («El collar de la paloma»)

«Cada cosa busca a su semejante«, añade, y ese es el secreto de «la afinidad o la repulsión» que hay entre las cosas creadas. El amor responde a la «mutua simpatía entre los iguales«… ¿Cómo puede ser algo que entorpezca nuestro desarrollo espiritual?

«Reconocemos, por tanto, que el amor es algo que radica en la misma esencia del alma»

Ibn Hazm

Y sigue diciendo que «el amor, no obstante, tiene a menudo una causa determinada y desaparece cuando esta causa se extingue, pues quien te ama por algo te desama si ese algo se acaba«. Sin embargo, añade, aunque muchos géneros de amor cesan por motivos diversos…

«… Se exceptúa el verdadero amor, basado en la atracción irresistible, el cual se adueña del alma y no puede desaparecer sino con la muerte (…). Todo esto confirma la idea de que este auténtico amor es una elección espiritual y una como fusión de las almas»

Ibn Hazm

Y es que no estamos como para desperdiciar ni un gramo de amor… El mundo necesita más amor, los seres humanos necesitamos más amor, necesitamos sentirlo, recibirlo y darlo, verbalizarlo, convertirlo en gestos, en caricias… La falta de amor crea seres egoístas, crueles, sin empatía, sin compasión, dispuestos a todo por lograr sus fines.

Buscamos completarnos

A pesar de la búsqueda, de la aspiración al crecimiento y a la perfección, de la necesaria derrota de ese ego pequeño y egoísta que se cree el rey del mundo… a pesar de todo ello, que reconozco y valoro, pienso en las almas lanzadas a este mundo como entidades incompletas que necesitan encontrar y recuperar esos pedazos que les faltan, y es en este mundo «donde los que se reconocen se hacen amigos y los que se desconocen se separan«, como dice Ibn Hazm y como también apunta Fulcanelli al hablar de la muerte en «Las moradas filosofales» (de ello hablamos en «La muerte, y sin embargo…«).

Termino ya, y lo hago con alguien que conoció los dos tipos de amor de los que hemos tratado, aunque en épocas sucesivas de su vida: San Agustín.

Durante su juventud pedía eso de «Señor, dame castidad y templanza, pero no ahora», y luego, ya en la madurez, nos dejó esta frase: «Ama y haz lo que quieres»… porque si amas de verdad, no podrás querer nada malo.

«Ama et fac quod vis»

San Agustín

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