Un amigo muy querido escribió hace unos años, para su hermana, unos poemas reunidos bajo el título de «La aldea fronteriza». Mi amigo no es poeta, es filósofo, en el sentido que da a este término la tradición, y quiso reunir en sus palabras a dos damas muy admiradas: la Poesía y la Filosofía, juntarlas para que le ayudaran a tejer bellamente con palabras lo que él había descubierto a lo largo, ancho y profundo de años de búsqueda, siguiendo la máxima de los Maestros, que es «reunir lo disperso e ir más allá».
Este es el poema IX de «La aldea fronteriza», mi preferido por muchos motivos.
Como suele decirse, «el que tenga oídos para oír, que oiga», porque en las formas suaves de este poema se puede vislumbrar la clara, cálida y vivificante luz de la Verdad, otra venerable dama que tiene la paciencia suficiente como para esperar a que levantemos uno a uno los velos que la cubren, y entregarse, poco a poco, a quien la busca con seriedad y perseverancia.
También es lo suficientemente humilde como para presentarse, no con fuegos artificiales y gran estruendo, sino gota a gota, como una esencia volátil que es destilada a lo largo de mucho tiempo y corre el peligro de esfumarse si se la pone en contacto con los focos, la fanfarria, el escepticismo que nos rodea. La Verdad deja una fragancia que perdura y marca, te conquista con sutileza y se apodera de ti con suavidad, desde tu piel a tus pensamientos y emociones. Y cuando te das cuenta de que te ha atrapado, ya solo puedes quedarte con ella y ponerte a su servicio, porque se ha convertido en una vieja compañera inseparable.
Le agradezco mucho a mi amigo (hermano, maestro, vecino, alma gemela gatuna) que me haya dado permiso para reproducir aquí este poema:
Orientarse no es apuntar al este
es saber el origen de la luz
que alumbra lo real
lo que es posible y
si se sabe mirar
lo previsible
La vida que nos baña está orientada
viene así de fábrica por defecto
no especula
no negocia
nos ofrece muy poca interacción
es terreno acotado por las leyes
ya lleva la verdad incorporada
está en su ruta
en su plano
en su mapa
está en su esencial libro de instrucciones
Sólo cabe adecuarnos a las reglas
con muy poco margen de maniobra
La libertad por tanto
es limitada
no abarca todo el arco
a nuestro abasto
sólo podemos elegir no equivocarnos
Nos preocupa en mi aldea fronteriza
el asunto del librepensamiento
que pueda parecer contradictorio
El compás es móvil
la escuadra es fija

