La Justicia no es ciega

Mi amiga Sonia me ha enviado una foto que ella, con buen criterio, adjudica a la figura mitológica de la Justicia. Es una mujer de rostro sereno, esbelta, que mira con decisión hacia adelante y que lleva en la mano derecha, levantada, una espada, y en la mano izquierda, con el brazo extendido hacia abajo, una balanza. Va descalza, y su postura es de determinación con la espada, sujetando la balanza con delicadeza, casi sin darse cuenta.

Pero está claro: esta Justicia no es ciega, tiene los ojos bien abiertos y mira de frente con convicción. Entonces… ¿Por qué la figura que todos tenemos en mente de la Justicia sí que es ciega? Tanto nos puede esta imagen que ya consideramos su ceguera, el llevar los ojos cubiertos por una venda, un atributo totalmente normal.

Pero sospecho que una Justicia ciega es algo reciente. Seguramente tendrá que ver con el momento histórico en que empezamos a confundir la ley, el Derecho, con la Justicia, y a equipararlos como si fueran lo mismo.

En el Tarot de Marsella, la carta número VIII, la Justicia, por supuesto no lleva los ojos tapados, sino que mira de frente fija y serenamente.

La carta VIII del Tarot de Marsella

Justicia y ley

Podría tener sentido que la ley sea ciega: ha de ser igual para todos. Pero eso no es necesariamente justicia. Precisamente, la justicia tiene sentido si ofrece a cada cual lo que necesita, si restablece el orden tras el desorden, si restituye una afrenta o un abuso y devuelve la dignidad, no si trata a todos por igual, porque las necesidades de todos no son las mismas y la igualdad no es dar lo mismo a todos, sino a cada uno según lo que necesita.

Así pues, dado que lo realmente importante es la Justicia y no la ley, que es algo necesario para vivir en sociedad, pero que existe también en las dictaduras de todo pelaje, nuestro compromiso será, siempre, por encima de todo, con la Justicia. Y con la ley, si es justa.

Si es ciega no es justa

Por eso no es ciega la Justicia: es imposible que trate a todos por igual, y si lo hace, no está siendo justa. Además, la Justicia como figura simbólica va mucho más allá de la tarea de juzgar las acciones o las intenciones de los mortales. Su misión es mucho más grande.

La esencia misma de la Justicia y su razón de ser exigen que nada tenga de escondido. Por eso no lleva los ojos tapados, ni lleva velo. La Justicia es una de las cuatro virtudes cardinales, junto con la Prudencia, la Fortaleza y la Templanza.

La Justicia, la Templanza y la Fortaleza son hermanas, hijas según la mitología de Júpiter y Temis, mientras que la Prudencia es una réplica femenina de Jano, el dios de las dos caras, antecedente de los dos Juanes bíblicos. Algunos autores equiparan a la Justicia con la misma Temis, que llevaba espada y balanza pero no los ojos tapados.

Justicia y Filosofía

Fulcanelli, en “Las moradas filosofales”, habla de una estatua de la Justicia que prácticamente equipara con la Filosofía, la personificación de la sabiduría o el conocimiento de las cosas, como la diosa romana Minerva y la griega Atenea, figuraciones del “pensamiento divino y creador materializado en toda la Naturaleza, latente en nosotros como en todo cuanto nos rodea“, dice Fulcanelli.

La espada le sirve para penetrar en la íntima complexión de las cosas. Con ella las parte, como si fuera un fino bisturí, y descubre la presencia del spiritus mundi del que hablan los maestros clásicos, recuerda el mismo autor, y que “tiene el centro en el Sol y obtiene sus virtudes y su movimiento de la irradiación del astro“.

Como me ha apuntado Pilar, una mujer a la que admiro, la punta de la espada está velada, tapada por una sutil tela. Eso indica que la espada no es un arma, sino una herramienta, y que su fuerza se aplica con delicadeza y cierto misterio. Si la espada simboliza la potencia del Sol, está claro que puede dar la vida y también la muerte. Por eso es importante ese velo, que en cierto modo regula su poder y lo dosifica para la vida.

La Justicia, en la tumba de Francisco II, en la catedral de Nantes.

La balanza simboliza la medida, el conocimiento de las leyes generales, de las reglas, del ritmo y las medidas que la Naturaleza observa en la elaboración, la evolución y la perfección de las cosas creadas. Pensar que es a nosotros a quien pesa, nuestras acciones o motivaciones, es de nuevo mezclar la ley con la Justicia y nos remite a la balanza del Más Allá donde según tantas culturas, es pesado el corazón de los difuntos para decidir, según ha sido en la Tierra, cómo será su estancia en la eternidad.

A veces, la Justicia está acompañada por un león, que simboliza la fuerza, y también por un libro abierto, sobre el que suele apoyar la balanza, como emblema de conocimiento. ¿Cómo podría llevar los ojos tapados una figura que tiene al conocimiento ente sus razones de ser? ¿Cómo podría enseñarnos a observar y luego meditar sobre lo observado?

Lo que dicen las palabras

Y todavía podemos recurrir a otra búsqueda para confirmar que la Justicia no lleva los ojos tapados. Las palabras dicen mucho más de lo que parece si no somos perezosos para coger un diccionario y buscar su etimología:

Los griegos se referían al concepto verdad con la palabra αλἡθεια (alezeia), que significa además real, fresco, sincero, justo.

Esta palabra tiene un sentido negativo, que se indica en el prefijo “a” (α-λἡθεια). El prefijo se aplica al verbo λανθανω (lanzano) que significa ocultarse, pasar inadvertido. Para los griegos, αλἡθεια era, pues, aquello que no está oculto, que no pasa inadvertido.

Verdad es, pues, aquello que es real y que no está oculto. Es decir, aquello real que se puede ver. ¿Cómo va a estar ciega, la Justicia, ante la verdad?

Y si seguimos buceando en el diccionario y buscamos la raíz indoeuropea de ver, nos encontraremos con Weid, que significa, entre otras acepciones, hallar, saber.

O sea, hay una relación clara entre ver saber, algo que los griegos antiguos tenían perfectamente asumido. Tan es así que el tiempo perfecto del verbo οραω (orao = ver) es οιδα (oida) que significa .

El tiempo perfecto de la gramática del griego clásico señala la consecuencia de la acción: si miramos, podemos ver. Y si vemos, sabemos. No estamos ciegos.

Otro día hablaremos de las hermanas de la Justicia, y también de la Templanza.