Leeréis en muchos libros, artículos, post, páginas web y manuales, que la Masonería es una escuela de ciudadanos. Es cierto, pero solo en parte, porque lo que la Masonería conserva y transmite es mucho más que eso. Si no fuera así no sería una orden iniciática y no tendría en el simbolismo y en unos oscuros rituales todo su potencial transformador. Oscuros, digo, porque su sentido está oculto, no se ve a simple vista, y debe ser buscado.
Pero también es cierto que siendo el objetivo primero del masón «pulir su piedra bruta», o sea, hacerse cada uno a sí mismo más perfecto como ser humano, está claro que también enseña a respetar, convivir, dialogar, discrepar, compartir. Sin duda, un efecto del método masónico bien aplicado a la práctica es, también, «hacer» mejores ciudadanos. Este método es sencillo y se basa en el simbolismo como lenguaje y en el aprendizaje progresivo a través de distintas fases o escalones que llegan uno detrás de otro: Grado de Aprendiz, Grado de Compañero, Grado de Maestro. Hasta aquí va la Masonería simbólica.
Es cierto que en una logia masónica todo está medido, todo tiene un porqué, todo sirve a un objetivo concreto y todo lo que un masón ve, hace y dice allí dentro se basa en el símbolo y en el ritual. Precisamente es este ritual en el Grado de Aprendiz el que subraya la importancia de que todos los asistentes «estén en el lugar y sitio que les corresponde». Lugar y sitio.
¿Cuál es la diferencia entre ambos? Parece fácil, y aquí podría acabar este artículo, porque la imagen a veces sí que vale más que mil palabras:

El ego, siempre fuera de lugar
Está claro, pero entonces, ¿por qué es tan difícil a veces? Y no me refiero a respetar las plazas de aparcamiento para personas con discapacidad, que también. Me refiero a saber y acertar en todo momento cuál es nuestro lugar y sitio… en el trabajo, con los amigos, con la familia, en sociedad.
A veces es tan difícil porque confundimos los «personajes» que interpretamos en la vida. Como podría ocurrir en una representación teatral si dos o tres personajes hablaran al mismo tiempo o quisieran hacerse con el escenario, a veces confundimos nuestros distintos papeles, pero siempre, siempre que ocurre esto, en realidad es porque se hace con el escenario un personaje único que maneja todos los hilos: nuestro ego. Ahí está el rey del mundo queriendo el protagonismo absoluto.
Dale una patada y siéntalo en el rincón de pensar. Seguro que intenta zafarse y de mil formas distintas volver a ocupar el escenario de tu mente, disfrazado, lloroso, arrepentido, hecho una furia, dolido… depende. Pero no le creas, es un trilero. Su sitio es el rincón de pensar hasta que realmente lo necesites para algo. Y como el objetivo es, tiene que ser, es bueno que sea, llegar a no necesitarle para apenas nada… que se vaya acomodando a ese rincón. Y tú, a lo tuyo. Lugar y sitio.
Dos ejemplos muy claros
Dos ejemplos muy ilustrativos más. El primero, una viñeta magistral de El Roto que se podría parecer, en muchas ocasiones, a lo que tenemos en la mente:

El segundo también es un magistral ejemplo con humor de saber estar en el lugar y sitio:

